Edgar Fonseca M., editor www.PuroPeriodismo.com

La cita de Oscar Arias y Ottón Solís, los dos líderes políticos más influyentes de Costa Rica en tiempos recientes, no es cosa de poca monta.

No debería quedarse en el mero show mediático.

Es un encuentro clave en ese desierto por el que atraviesa el país de acuerdos trascendentales entre sus dirigentes.

La cita en Rohrmoser –desfiladero en estas horas de cimarronas, tamaleadas, toquecitos a la espalda y el abejoneo de centenares de “pegabanderas”, a la espera del anuncio de la “transfiguración”, con que tiene Arias en ascuas al país, mientras confirma su precandidatura,– es un signo mayor de madurez , de sensatez de los dos más enconados enemigos políticos en las tres últimas décadas.

Pasaron nueve años para que depusieran sus egos, sus vanidades, sus hondas diferencias políticas, amargas, estridentes, al parecer insalvables y aceptaran conversar, al menos por una hora y media del rumbo y del futuro del país.

De mudos testigos: Suzanne Fischel, esposa del exmandatario, Francisco Antonio Pacheco, expresidente de la Asamblea Legislativa, y José Zaglul, rector de la universidad EARTH. Y punto. Confiamos en lo que cuentan los cronistas.

Fue una cita a la luz de los candiles de decenas de cámaras de la prensa que, según Arias, sarcástico como siempre, “esperaba el anuncio de la guerra”, al dictador del norte…

Pero no. La cita sirvió para que Arias le diera un espaldarazo a la desafiante propuesta de Ottón Solís de convocar a un gran consenso de gobierno de unidad nacional para 2018 y ponerle lápida a un poco de elefantes blancos del sector público.

El Premio Nobel no tuvo reparos en darle el OK a los cinco temas clave que Ottón impulsa: eficiencia en la ejecución de presupuestos de inversión pública; eficiencia en la ejecución de presupuestos destinados a combatir la pobreza; remuneraciones en el sector público; evasión tributaria; y ética en la función pública. Una iniciativa rechazada ad portas por el PUSC y, también, por un PLN dominado por el antiarismo.

Ottón –quien confirmó la candidatura de Arias– salió con su botín: el apoyo a su sueño del gobierno de unidad nacional.

“Si no avanzamos en esta dirección, si permitimos que se profundice un sentimiento de “fatiga democrática”, no podemos descartar que se materialice la aventura populista soñada por algunos o el delirio de otros por el “hombre fuerte”, advirtió en su proclama de abril.

¿De qué más habló con Arias? ¿En que más están de acuerdo?

En 1986, para su primer mandato, Arias, en su gabinete de meritocracia, designó canciller, contra viento y marea, al opositor Rodrigo Madrigal Nieto, una brillante figura pública a cuya sombra creció el presidente Luis Guillermo Solís.

¿Piensa Arias en Ottón para un eventual gobierno de unidad nacional en 2018? Un Ottón, gestor histórico del colapso del bipartidismo pero muy venido a menos en el PAC, arrinconado por los intolerantes.

Las cuatro paredes de Rohrmoser guardarán, como mudos testigos hasta el día del juicio final, la sustancia de esta reciente cita que no es una cualquiera, no es una tamaleada más…

“Podemos optar por seguir por la ruta de la ineficiencia, sumergidos en luchas partidarias, autoengañándonos con “victorias” a veces pírricas para el país y agrandados por acuerdos sobre lo baladí; podemos seguir marchando por trillos intimidados aun por pequeños montículos, lo cual significaría que Costa Rica no supere su linaje de promesa incumplida. O podemos unirnos para perforar la gran roca y obtener victorias que abran el sendero para que en unas tres décadas lleguemos a ser la Escandinavia de América”, vaticinó Ottón del acuerdo en que ya le estampó su firma Arias.