Edgar Fonseca, editor PuroPeriodismo.com

El presidente no se aguantó las ganas y, tan pronto bajó del avión que lo trajo de Quito, adonde viajó a inciensar la subida al poder del izquierdista Lenin Moreno, sucesor de Correa, nefasto depredador de las libertades ciudadanas, salió raudo hacia la que, parece, será la obra magna de su administración.

Con paso agitado, rostro adusto, el gobernante inspeccionó en la oscuridad circundante del puente sobre el profundo cauce del Virilla, la recién puesta en operación de un paso vial vital en este país de rezagos en obra pública. El mayor monumento a la ineficiencia estatal, tras 8 años de parches y $16 millones de costo, impune todo ello, por cierto.

El mandatario caminó con rumbo sur. Miró, sintió, se empapó del fragor de la hora, ya no “tan pico”, en aquella vieja estructura recompuesta, respiró hondo y continuó. Una cámara a sus espaldas captó para la historia aquel instante.

¡Obra concluida. Nadie me la puede quitar!, se habrá ufanado en sus adentros. Y está en todo su derecho.

A la mañana siguiente, su aparato propagandístico danzó en elogios, abrazos y  apretones. Quizá hasta en las lágrimas…no era para menos.

Por encima, de aquella reconstruida estructura,  creció caótico el flujo de los 100 mil vehículos que pasan a diario y por la tarde, en lo mejor de la “hora pico”,  volvió la peor pesadilla para cualquier funcionario: la “autopista” General Cañas colapsó.

Quedó en evidencia que la solución al desastre vial que hoy padecemos no acaba con la postergada reparación por otras administraciones, como se vanaglorian, en cascada, del presidente para abajo todos sus ayudantes.

La solución pasa por medidas y decisiones de más mediano y largo plazo. Y a esta administración, infelizmente para sus afanes, se le agotó el tiempo.

Pero en estas horas finales de gestión, en esta semanas y meses que vienen, harán todo lo que tengan a su alcance por mostrar obra. Por convencer a la opinión pública que sí pueden. Que se les dé el beneficio de la duda. Que el tiempo perdido y el marasmo político, que llega hasta estas horas con las conjuras contra el fundador del partido del “cambio”, son cuestión de las tan adversas circunstancias del primer periodo postbipartidista.

Están en su derecho pero, de paso, están en su campaña.

Cada clavo que peguen en una pared, cada bono de vivienda que entreguen, cada edificio que levanten, cada puente que acaben, cada obra aduanal que inauguren, como anuncian con bombos y platillos el renacer de Peñas Blancas, mientras en Tablillas, la nueva gran frontera regional, el  vecino desafía con modernas instalaciones y a nuestros servidores los meten en contenedores, formarán parte de una campaña para, primero, salvar la imagen presidencial, tan golpeada a lo largo del periodo y, segundo, darle su empujón al oficialismo en el volátil e incierto febrero que se  nos viene encima.

Tan en campaña andan que se fue, por “infiel”, el ministro de Ciencia y Tecnología. Ejerció el sagrado derecho del voto en la convención de un partido, enemigo, y lo delataron desde las entrañas del gabinete.

Tan en campaña andan que, muy  acorde con la politiquería tradicional, tan deleznable para sus propósitos cuando andaban tras el poder, hoy se enfrascan en el parlamento en conciliábulos, cosa que no es ningún delito, con la mayor fuerza opositora para cocinar un paquetazo de impuestos, un riesgo de suicidio en tiempos electorales.

Punto final-Ponen bajo respiración artificial a un banco colapsado.

  • Mantenerlo abierto, como dice, certeramente, la voz de la conciencia oficialista, es un”absurdo”.
  • Y le piden a la junta directiva que investigue las causas del desastre…
  • Y un tema tan sensible, lo comunican, con toda informalidad, en un post en una red social…
  • La estampida de clientes a vaciar sus cuentas, desempolvó los fantasmas de aquel infame miércoles 14 de setiembre de 1994 cuando trancaron al histórico Anglo.