Edgar Fonseca, editor PuroPeriodismo.com

De la cita de más de más dos horas entre el presidente Solís y los líderes de los taxistas para abordar el tema de la operación de Uber en el país, sería interesante que trascendieran los compromisos a que se llegaron. Esos que se quedan encerrados en las cuatro paredes de las citas bajo presión, amenaza o chantaje como se está dando en estas horas contra el gobierno por parte de dicho gremio.

¿Cuál fue el pacto con que ataron  al gobierno para no tirárse a las calles?

¿Será, acaso, lanzarle la brasa a la Sala IV, ya de por sí sitiada por dicho gremio?

Uber, si algunos no lo terminan de entender, llegó para quedarse.

Es parte de esos servicios globales que inexorablemente se encadenan a las necesidades de nuestras sociedades y de nuestras vidas, aunque muchos sueñen con volver al pasado…

Brinda  un servicio pronto, fluido, atento, en unidades impecables, con tarifas muy cómodas, razonables. Y genera miles de empleos. Con trato cortés, decente, respetuoso, profesional, en la mayoría de las ocasiones. Claro que con excepciones. Claro que con excesos. Claro que con abusos y hasta males mayores.

Pero es  otra gran opción de servicio de transporte, tan propia de la trepidante competencia de estos días, como en tantos otros ámbitos en que requieran los usuarios.

¿Quién puede desconectar al país de disfrutar de esta venturosa era globalizadora?

¿Los líderes gremialistas abotagados de pluses y privilegios?

¿O un gobierno tan dado a las complacencias populistas, “el peor de los cinismo políticos”, como lo describía ayer Sergio Ramírez?

El gremio taxista, monopolístico, se siente contra las cuerdas. No se siente en condiciones de competir.

Por eso le tuerce el brazo al gobierno.

Es una decisión de campaña

La cita del presidente con sus dirigentes se da en el despunte de los fuegos electorales.

El gobierno ya tiene su candidato y procurará no incurrir en ningún error táctico ni estratégico que vulnere su campaña. Todo, en adelante, será para sumar respaldo a esa candidatura.

¿A cuáles otros compromisos, encerrados en esas cuatro paredes de Zapote, llegaron, amén  de prometerles avalar una demanda, adelantando respaldo, de hecho, a una de las partes en la disputa?

¿No es esta una primera granjería populista? ¿Cómo las tiene hasta hoy con los odiosos pluses gremialistas? ¿Cómo las sigue teniendo con la debacle fiscal en ciernes? ¿Cómo lo muestra con su terca resistencia a integrar al país a la Alianza del Pacífico a pesar que los beneficios y ventajas le estallan en los ojos al mandatario?

Ojalá estemos equivocados.

Ojalá esta semana el presidente rectifique. Y, en aras del balance y de la “gran visión de futuro” que debe caracterizar a un estadista, como inspiraba el gran Kennedy, llame, también, a los representantes de la transnacional, se siente con ellos dos horas y más; conozca, analice y valore sus razones y argumentos de la legalidad de su operación y de su servicio en el país.

Y entonces, sí, ponga el tema en la balanza de las decisiones juiciosas, imparciales, y dilucide cuál debe ser el camino correcto a seguir en lo jurídico, en lo legal, no al fragor del cálculo politiquero de una campaña electoral, ni por la presión sectorial.

Punto final-Con el doloroso golpe a la vida y necesidades de centenares de empleados, colapsó Bancrédito. Crónica de una debacle anunciada, dado el descalabro, impune, de su manejo como ocurre con tanto otro elefante blanco del sector público ineficiente y deficitario a un costo mayúsculo para las arcas estatales.

 

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