“Entreguen esos restos a las familias de quienes han muerto de maneras inesperadas, para que puedan sobrellevar un dolor que ya es profundo”, les dice a los huelguistas del Poder Judicial.

Edgar Fonseca, editor PuroPeriodismo.com

La Defensora de los Habitantes, Monserrat Carboni,  censuró la retención de al menos 36 cuerpos, hasta la tarde del lunes, en el complejo médico forense de San Joaquín de Flores, en el marco de las medidas de presión de huelguistas que se oponen a reformas del cuestionado régimen de pensiones del Poder Judicial.

“No les pido que terminen el movimiento, sino que entreguen esos restos a las familias de quienes han muerto de maneras inesperadas, para que puedan sobrellevar un dolor que ya es profundo”, dijo Carboni en un post en su cuenta Facebook con repercusión viral.

La retención de cuerpos se da pese a una orden cautelar de la Sala IV para que el OIJ los entregue a los parientes de los fallecidos.

La Sala Constitucional ordenó desde el 22 de julio  al Director del Organismo de Investigación Judicial “ejecutar de inmediato las diligencias y acciones que sean necesarias para que se proceda a practicar autopsias y la posterior entrega de cuerpos”.

Nunca pensé ser testigo de esto

“He visto a muchas madres llorar. Demasiadas. Durante años, trabajé con situaciones de violaciones graves a los derechos humanos, esas que constituyen crímenes de lesa humanidad. Asumí, como muralla ética infranqueable que el dolor de una madre en luto es sagrado”, sostiene la Defensora.

“También –añadió– he podido ser testigo de cómo se magnifica ese dolor cuando una madre en luto no obtiene el cuerpo de un hijo o una hija. Quien ha escuchado ese llanto, quien ha visto esos ojos de madre perdidos, buscando en la distancia la imagen de sus hijos, entiende de qué hablo. Es un dolor que no grita, pero que es capaz de abrir zanjas en el suelo que una pisa, porque llega al alma. Conozco madres que, con las pocas fuerzas que el dolor les deja, se han internado solas en montañas minadas para buscar el cuerpo de sus hijos. He hablado con mujeres que se han enfrentado a los sujetos y bandidos más temidos, a los que ejércitos temen enfrentarse, para negociar la entrega de los cuerpos de sus hijos por su vida, pidiendo que nada más las dejen enterrarlos primero.

“Nunca pensé que sería testigo en mi tierra de ese dolor magnificado. Desde la noche del viernes, escucho el sentir de una madre. “¿Cómo me tienen mi muchachito así? ¡Está solo ahí! ¡Yo lo quiero abrazar!”. Y se me abre el piso bajo los pies. “Yo los entiendo. Yo también soy trabajadora. Pero que me den a mi muchachito”, lamentó.

“Ese muchachito, y ese dolor, no tienen nada que ver con las pensiones. No cambia nada los reclamos. Entregar ese hijo a la madre no debilita un movimiento, no cercena la libertad sindical. Por el contrario, no entregarlo, anula cualquier legitimidad del movimiento, hiere al Estado de Derecho, y sobretodo, se convierte en medida de inhumanidad”, advierte la Defensora.

La valentía de un ser humano

“Hay, en la vida de todo profesional, momentos clave. Algunos, los más determinantes, nos colocan frente a esa disyuntiva de escoger entre el miedo, la seguridad, el confort o hasta la misma vida por un lado, y, por otro, la valentía para ser un buen ser humano. Escoger lo último no solo es lo correcto, sino que es la única opción capaz de transformar la historia, de dejar una huella, y es la medida del verdadero heroísmo. Y hoy, esa madre, esas familias y esta Patria, necesitan algunos héroes!”, agregó.

“En un marco de respeto al Derecho a Huelga, no como  Defensora, sino como costarricense y como persona, no les pido que terminen el movimiento, sino que entreguen esos restos a las familias de quienes han muerto de maneras inesperadas, para que puedan sobrellevar un dolor que ya es profundo. A mí no me tienen que contestar, sino a la Madre, al Padre, a los hijos y las hijas, a las abuelitas y abuelitos, y a los amigos de quienes ustedes no lloran, pero retienen. Su respuesta será la medida, no de sus reclamos, sino de su humanidad”, les demandó.