Edgar Fonseca, editor PuroPeriodismo.com

Con  el escándalo del “cementazo”, el caso más reciente de supuesto tráfico de influencias, girándole como un temido huracán a este gobierno, a sus mas conspicuos personeros y al partido de la “pureza ética”,  la comisión legislativa investigadora le dejó el mayor sinsabor a la opinión pública con el remedo de comparecencia en que naufragó en Casa Presidencial.

En el epicentro de las idas y venidas de ese sigiloso personaje que penetró los más recónditos parajes presidenciales, la comisión terminó jugando un pobre papel de acomodo a un muy bien montado show.

Aquello resultó un encuentro insulso, dominado por el “cuento chino” del rompimiento del duopolio cementero, sin que este fuera el tema clave de la “comparecencia”, ni  el tema de fondo del escándalo de confluencia de intereses que enchila las conciencias de los otrora heraldos de la ética en la función pública.

Aquello acabó en un monólogo vacío manejado a placer por parte interesada.

Los miembros de la comisión quedaron en deuda tras este decepcionante episodio  que protagonizaron la noche previa a la eliminatoria mundialista que, hábilmente les agendaron, y a lo que se prestaron gustosos.

Una pantomima de comparecencia en la que los legisladores renunciaron al espacio medular inicial y lo entregaron en bandeja, para luego caer en el ir y venir de un intercambio anodino que indignó a la opinión pública que esperaba mayor luz y esclarecimiento de los entresijos de esta controversia que por semanas se ha destapado desde dicha comisión.

¿De cuánto poder, de cuenta influencia, de cuáles consejeros se valió el personaje de marras hasta lograr sus cometidos, en cita, tras cita, de las conocidas y confirmadas oficialmente, en esa travesía sin precedentes para un particular por esos pasillos?

Todo sigue en la penumbra.

Nada se indagó. Nada se cuestionó. No hubo rigor. Cundió la improvisación. Tal el amargo sabor que quedó en el paladar de la opinión pública, tras las tres horas de mayor desperdicio de control político de que se tenga cuenta.

El gobierno y sus cortesanos respiraron, gracias a la omisa conducta de una comisión cuyos integrantes, en su mayoría, ante un momento crucial de sus tareas, dilapidaron la oportunidad y se dieron por satisfechos con la fábula que les montaron.

Lo acontecido no puede enmarcarse en un amateurismo legislativo. Ni en el mero amiguismo, tan propio de los corrillos politiqueros. Simplemente evidencia una irresponsable  conducta cuando el país esperaba más seriedad de la comisión investigadora.

Nuestro pueblo, sabio, llamaría lo que pasó, con no poca sorna, el “mayor plato de babas” de la reciente historia política.

Punto final-Catástrofe ambiental en la fallida mina Crucitas. Los ambientalistas de billetera a la derecha, los frenteamplistas y sus “compañeros de viaje” en este gobierno tienen su gran cuota de responsabilidad en el desastre que trasciende. Un eslabón más a la galería de la infamia de todas estas gentes, como la colapsada carretera a San Ramón.