Vladimir de la Cruz, analista

El desafío más grande, probablemente, que enfrentará el nuevo gobierno es el de la posible mayor atomización de la Asamblea Legislativa, con más partidos políticos en su interior, hoy tiene nueve, con sus respectivas divisiones, que hace que sean doce, y que en esa dinámica bien podría tener más de doce, hasta quince, acompañada esta situación con una baja cultura política de coaliciones parlamentarias para la aprobación de leyes. Hace unos meses atrás pensaba que no iba a ser así, pero hoy este es el panorama que veo.
Nada hay en el escenario electoral que nos diga a un mes de las elecciones, que habrá menos partidos representados en la Asamblea Legislativa, o que los partidos existentes hoy aumenten su número de diputados el próximo 4 de febrero. Al contrario, con el frío de fin de año, y con el frío de la campaña electoral a nivel de diputados, el resultado de las elecciones legislativas no deja de ser una incógnita. Las encuestas mismas que se han venido dando antes de esta fecha nada dice de modo importante sobre las posibilidades de elección que tienen los partidos que van corriendo por la presidencial de cuanta posibilidad tienen de elegir más diputados de los que ya tienen o de elegir importante número de diputados.


A esto se suma que las papeletas de diputados solo tienen la casilla con la bandera de los partidos que participan en cada provincia, con un número no menor de trece partidos en una provincia, de catorce en cinco provincias y de veintiún partidos en la Provincia de San José. De modo que si no hay una buena divulgación de los candidatos a diputado en cada provincia y cantones estas elecciones pueden tener resultados inesperados.
En giras que hice, en el Valle Central, en estos últimos días de diciembre sí pude observar en algunos cantones como los candidatos locales provinciales de distintos partidos sí hacían énfasis en los colores de sus partidos, pero confieso que eso lo vi solo en dos partidos, Liberación Nacional y el Republicano. Y pude observar como en Santa Bárbara de Heredia se siente un gran despliegue liberacionista. La Unidad Social Cristiana sí está destacando los colores rojo y azul en las vallas presidenciales, como sus colores los destaca el Partido Republicano. En el Cantón de la Unión, mi cantón de residencia, sí he visto vallas de diputados más intensas de estos partidos junto a las del partido Nueva Generación y su candidata Magaly Camacho, junto con partidos como el Mario Redondo o el de Belisario Solano. Y en San José se empieza a colar en vallas Rolando Araya, algunas muy mal puestas y hasta torcidas a la vista de quienes manejamos autos. En San Pedro de Montes de Oca, la de la Rotonda de la Paulina de Rodolfo Piza es impactante, pero la consigna que tiene esa valla, debe decir algo más que “vote por algo”, así como las vallas de Carlos Alvarado deben decir algo más de este candidato “cree”, porque bien se podría pensar que “cree que va a perder”. De las provincias que he visitado, Cartago, a mis ojos, es la más intensa en este tipo de vallas y luchas diputadiles. En Guanacaste Liberación Nacional se mueve muy intensamente detrás de la candidata Priscila Solano, del Movimiento Libertario, siguiéndole los pasos, marcándole sus movimientos. Los tiene nerviosos esta joven abogada.
Volviendo a los partidos que en cantidad es posible que elijan diputados. Si esto sucede, que tengamos más fracciones de las que hoy existen, al nuevo gobierno, cualquiera que sea el candidato y partido que gane, se le va a dificultar más la situación de “gobernabilidad”. Quizá por eso Juan Diego Castro, quien se percibe como el virtual ganador, ha enfatizado que eliminará el Ministro de la Presidencia, que como hemos visto en este Gobierno casi para nada sirve ni ha servido ese puesto, para él asumir ese papel directo de negociador con los diputados y sectores con quien tenga que tratar, pero además percibiendo que pueda no tener muchos diputados en caso de que ganare.
Liberación Nacional es el partido más desafiado en curules parlamentarias. Su reto es mantener las 18 que tiene hoy, y en el mejor de los casos aumentarlas, lo que no está a la vista por la mala campaña electoral que está haciendo publicitaria, junto al resto de los partidos, en tanto, hasta hoy, no hay en el discurso de los candidatos nada, ninguna frase, llamando a votar por ellos, los candidatos presidenciales y sus diputados.
Ninguno de los tres candidatos presidenciales que están punteando dicen que necesitan ganar las elecciones pidiendo más diputados, para poder gobernar mejor, pero tampoco lo hacen los otros candidatos con bajas posibilidades de ganar las presidenciales. En este último caso es entendible porque necesitan fortalecer la imagen presidencial y no la de los diputados.
En el tipo de campañas electorales costarricenses, donde todo gira alrededor de los candidatos presidenciales, estos se convierten como en la máquina del tren que jala los vagones de diputados. Sin embargo, estos trenes partidarios están peor que los de INCOFER, ni máquinas ni vagones, además descoloridos, chochos y aparentando ser chatarra, en algunos casos también aparentemente herrumbrada.
De darse esta situación de muchos partidos parlamentarios, de muchas fracciones partidarias, estoy cada vez más convencido de que debemos avanzar hacia una nueva forma de integrar la Asamblea Legislativa, por la vía de distritos electorales donde elijan solo un diputado, creando tantos distritos electorales como diputados se quieran tener. Si es manteniendo los 57 actuales, 57 distritos en todo el país. Yo le agregaría una lista de diputados nacionales. Confieso que no he sido partidario de esta tesis de los distritos electorales de un solo diputado, pero hoy veo que esta puede ser la solución, obviamente, hacia las elecciones del 2022, porque para esta ya no se puede. Estas listas de un solo diputado bien podría acompañarse, de una vez, con la reforma constitucional, que permita la revocatoria de mandato del diputado, que en este caso si podría operar por ser un único electo por distrito electoral.
Lo mismo creo de que debemos avanzar rápidamente hacia un régimen semi parlamentario, o parlamentario al estilo europeo. Esto lo valoro sobre la base de que los partidos políticos en Costa Rica, al menos desde 1998, han perdido su iniciativa política, ya debilitada desde 1982, además de que se han desdibujado como organizaciones permanentes e importantes en la vida política cotidiana.
Los partidos políticos prácticamente han desaparecido del escenario nacional. No existen nada más que para los períodos electorales, tanto los viejos partidos como los que surgen para cada elección. Han perdido su capacidad de ser entes de control político, de dirección política de sus fracciones legislativas. Al contrario, sus fracciones legislativas sustituyen de hecho a los partidos políticos. Es más importante el Jefe de la Fracción Parlamentaria de un Partido que su Presidente o su Secretario General.
Los Presidentes y Secretarios Generales de los Partidos, sus Comités Políticos, ni siquiera se sienten en la vida nacional, en el debate político nacional, en el control político sobre el gobierno, en la acción conjunta con sus diputados cuando los tienen, o sobre sus representantes municipales, que andan “de la mano de Dios”, como diría el refrán, más perdidos que el niño en el Templo en razón de políticas partidarias, dirigidas desde los partidos políticos. Los partidos políticos ya no dan línea de actuación a sus diputados. Los diputados son los que colocan a los partidos como el furgón de cola del tren organizativo que representan.
Los Presidentes y Secretarios Generales de los partidos hoy son figurones de papel. Solo existen para los requisitos formales de existencia de los partidos. No hay dirigentes nacionales de los partidos políticos que tengan esa característica de ser reconocidos como grandes dirigentes políticos nacionales. Los últimos que tuvieron ese reconocimiento nacional fueron Manuel Mora Valverde y Luis Alberto Monge Alvarez, y ambos al momento de su muerte, 1994 y 2016 respectivamente, ya sin ningún peso interno en sus partidos políticos, Manuel Mora fuera, y prácticamente expulsado, de Vanguardia Popular y Luis Alberto Monge, prácticamente fuera, en carácter casi de exiliado, de su partido Liberación Nacional.
En el caso de Luis Alberto ni siquiera hicieron actos oficiales, de su partido, en su memoria. Ni siquiera celebraron los 65 años de fundación de su partido… esa pérdida de memoria de los dirigentes partidarios y esa renuncia a su pasado histórico les ha debilitado también en sus estructuras electorales.
Otros dirigentes políticos nacionales que aún tienen peso, y reconocimiento de líderes nacionales, son Rafael Angel Calderón Fournier, con su Partido Republicano y Miguel Angel Rodríguez Echeverría, que no está activo en política pero que se ha convertido en un referente de opinión nacional sobre distintos tópicos del acontecer costarricense, cada vez con más fuerza, y presencia, como una sombra positiva en muchos sectores nacionales y de su partido Unidad Social Cristiana. Igual sucede con Oscar Arias, también distanciado de las lides políticas y especialmente político electorales, pero con fuerte impacto con sus opiniones. Expresidentes como Abel Pacheco y Laura Chinchilla están al margen de vida política nacional, y carecen de ese reconocimiento de ser líderes partidarios hoy, sin dejar de ser importantes por su condición de expresidentes.
De los Secretarios Generales de partidos políticos el único que tiene cierta presencia en medios es el de Liberación Nacional, y pareciera que vive en la Utopía, porque de lo que menos escribe es de la situación política nacional desde la óptica de su partido.
Y los partidos históricos, como Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana hasta han perdido el calendario de sus efemérides, de sus fechas emblemáticas, han perdido las raíces de sus celebraciones y la visión de los momentos que deben destacar y agitar desde el ámbito político. La izquierda comunista y trotskista nacional sí mantienen la celebración de sus fechas, pero, en el primer caso, sin ninguna participación electoral, como parte de un recuerdo histórico de lo que hicieron y lograron y, en el segundo caso, sin mucho apego a fechas propias nacionales de sus luchas.
Los otros partidos es que no tienen historia que relatar, ni defender ni exaltar todavía.
Cuando los partidos y sus dirigentes nacionales han sido sustituidos por sus bancadas parlamentarias, que son las que definen sus propias agendas, ya que el partido no se las traza, ni las impulsa, es el momento de discutir ampliamente sobre el carácter de los partidos políticos nacionales y sobre la naturaleza político electoral de este nuevo momento que vivimos en el país.
Pasadas las elecciones del 4 de febrero, con o sin segunda ronda, con la integración ya conocida de la Asamblea Legislativa, este debate pareciera ser urgente para la salud de nuestra democracia electoral, la confianza en la institucionalidad y el mejor funcionamiento de la gobernabilidad nacional.

1 COMENTARIO

  1. Estimados Vladimir y Edgar, esta campaña aún más que las anteriores son campañas de candidatos no de partidos; los partidos, como lo destaca Vladimir pasan a segundo plano. En ese contexto, los candidatos presidenciales lo que buscan es ganar ellos las elecciones y después cuentan si sacaron diputados o no y ver con quiénes pueden gobernar. Por eso no piden votos para diputados, saben que saquen los que saquen nunca van a sacar ni 29 ni 38 -los números legislativos mágicos- para poder tomar algunas decisiones en la Asamblea. Contrario a Vladimir, no creo que vaya a darse en la futura Asamblea una mayor atomización que la de ahora: probablemente lo que se de sea una reestucturación del pleno mediante la sustitución de bancadas salientes o menores por nuevas bancadas neófitas o mayores. El PAC, el FA, RC y el ML creo que obtendrán menos diputados; es probable que esos puestos los ocupen diputados de la ADC o del RC y, muy seguramente, algún candidato provincial pegará el gordo en lugar del PASE. En fin, el punto quizá no sea ese: creo llegado el momento de replantearse el modelo de que tenemos y avanzar hacia un modelo parlamentario o “semi parlamentario” como el que propuso don Miguel Angel hace algunos años. Para revertir el pernicioso proceso de atomización que vivimos ya desde hace varias legislaturas es necesario fortalecer la institucionalidad partidaria, de lo contrario vamos a terminar por sufrir una democracia electoral de individuos y no de partidos. Eso no es bueno.

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