Juan Carlos Hidalgo B. *

Me atreví a ventilar por redes mi reacción inicial al fallo de la Corte IDH sobre matrimonio igualitario. Dejé claro que creo 100% en el matrimonio igualitario, pero que tenía reservas/inquietudes/resquemores sobre tres puntos particulares:

1.- El alcance de las facultades de la Corte IDH en un tema como este. Si bien ya me han explicado muy bien la jurisprudencia de la Sala Constitucional y cómo Costa Rica está en la obligación de acatar esta OC, sigo pensando que las cortes supranacionales están (o estaban) pensadas para maniobrar al margen en casos específicos y no de una manera tan amplia cambiando la legislación de medio continente de un solo plumazo y menos en un tema tan sensible como es el derecho de familia. Si bien estoy 100% de acuerdo con el resultado final de la OC, mi temor es el precedente de una Corte IDH cada vez más activista que empiece a legislar abiertamente en el continente en muchos otros temas.

2.- La legitimidad política de esta decisión. Costa Rica se convierte en el primer país del planeta en legalizar el matrimonio igualitario no por una decisión de sus órganos políticos o judiciales internos, sino por una decisión de una corte supranacional. Eso me parece anómalo y no deja de incomodarme. Mi ruta favorita era que la Sala Constitucional interpretara correctamente el artículo 33 de la Constitución y sancionara de esa forma el matrimonio igualitario. Sé que para propósitos legales la OC de la Corte IDH tiene el mismo valor jurídico que un fallo de la Sala IV. Mi inquietud no es de índole legal, sino política.

3.- Y da paso a la tercera inquietud: esta falta de legitimidad política de la decisión –y la percepción (errónea) de que se trata de una corte extranjera imponiéndonos una visión que no comparte la mayoría del país– va a atizar aún más el movimiento reaccionario que ya estábamos viendo y podría tener consecuencias más bien contraproducentes para la causa de la igualdad. Mi temor se acentúa cuando estamos a tres semanas de las elecciones y ya hay partidos conservadores y religiosos que van a agarrar esto de bandera.

El haber dicho esto, tal vez de una manera menos elaborada y más atropelllada, ya me ha valido para que en redes sociales algunas figuras progresistas me traten de falso defensor de la comunidad LGBT o incluso de ser un homófobo enclosetado que ahora está sacando las garras. Vaya nivel de intolerancia procedente de los supuestos tolerantes.

Ayer se suponía que era #LoveWins, pero las reacciones de muchos de mis amigos progresistas más bien eran de odio y desprecio hacia la gente que no apoya el matrimonio igualitario. A mí también me frustra la gente que no cree en la igualdad ante la ley de las minorías sexuales. Pero sería más prudente a la hora de sacarles el dedo y celebrar de una manera tan revanchista cuando quienes pensamos así seguimos siendo una minoría en un país conservador y estamos a tres semanas de una elección.

Por mi parte, continuaré defendiendo la justicia y moralidad de esta causa, aunque muchos prefieran no tenerme de aliado.

Facebook, Juan Carlos Hidalgo, experto Cato Institute, Washington D.C.