Edgar Fonseca

Nunca, en la reciente historia, vimos tanto acercamiento, tanto coqueteo, tanto cortejo entre enemigos políticos como el acontecido en los últimos días entre los candidatos finalistas a la segunda ronda y líderes opositores.

Lo ocurrido resalta, por un lado, la madurez de los protagonistas de los encuentros. Debería ser la tónica de una democracia vibrante.

Por otro, evidencia el apremio a que se enfrentan los aspirantes carentes de mayorías legislativas, temerosos de la legitimidad de su probable mandato.

Dependerán de los acuerdos a los que lleguen con las fracciones clave para avanzar en sus planes de gobierno, sea cual sea la opción que se escoja.

El bipartidismo se niega a morir– Para desconsuelo de muchos, el bipartidismo PLN-PUSC sigue muy vivo. Por los próximos cuatro años, ambas bancadas sumarían a una ansiada mayoría calificada de votos en la nueva Asamblea Legislativa.

Quienquiera se haga con la presidencia, si aspira, por mero sentido político común,  a cierta gobernabilidad, requerirá de negociar, de llegar a acuerdos, de hacer alianzas con ambas fracciones opositoras.

No lo supo hacer el gobierno que se va. Se desgastó y pagó muy cara su errática relación legislativa.

Ah… los expresidentes-Maltratados, vilipendiados, menospreciados, y miren ustedes, son los primeros en abrir sus puertas ante los llamados de los candidatos.

Lejos de ser colocados en el baúl de los recuerdos, los exmandatarios tienen una voz importante en el momento político del país.

Arias guardó silencio tras las citas. Rodríguez apeló a la sensatez de la negociación para forjar mayoría y Chinchilla sacó chispas al exigir al candidato PAC perdón por todos los pecados de arrogancia cometidos contra el PLN.

Alvarado se disculpó “entre dientes”. Y pidió un imposible: que el partido enemigo le dé el voto.

A las urnas en Semana Santa– Con medio país en las playas, y el otro medio en las iglesias, los ticos vamos a una inédita fecha de segunda ronda.

Si por abstencionismo se definiera el juego, el candidato evangélico lleva ventaja. Entre menos votantes se muevan a las urnas ese domingo 1 de abril, más probabilidades que crezca el abstencionismo que lo catapultó al primer lugar en la primera vuelta. Quienes voten por él, todos saldrán en “fila india” desde los templos.

Tamaño desafío para el candidato del llamado “progresismo”, como algunos lo venden, siendo el candidato del continuismo de una administración ya sentenciada por la opinión pública.