Expertos descartan reformas estructurales en año final del presente gobierno/Está roto el diálogo político, advierten

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Edgar Fonseca, editor/Foto Zoom PuroPeriodismo

La posibilidad de alcanzar reformas estructurales en educación, salud o el campo fiscal en el año de cierre de la presente administración se da por descartada, a juicio de expertos.

En ello coincidieron el expresidente del Banco Central, Rodrigo Cubero, y el periodista y diplomático, Eduardo Ulibarri, durante un análisis compartido ayer con este editor, sobre la recta final de la administración del presidente Rodrigo Chaves, vía Zoom Facebook Live.

Atribuyeron su apreciación a que está roto el diálogo que se requeriría para forjar tales reformas entre gobierno y oposición.

En la cercanía de la que se vislumbra será una tensa campaña electoral, ambos apelaron a la sensatez del ciudadano costarricense durante este periodo y al momento de ir a las urnas.

Eduardo Ulibarri: la variable fundamental para estar en el equipo de gobierno es la lealtad al presidente

La evolución de los acontecimientos en los últimos tres años bajo el mando de la presente administración, ¿le sorprende?

-A mí sí me tomó por sorpresa la emergencia de la candidatura de Rodrigo Chaves y el triunfo que finalmente tuvo. La sorpresa fue más que todo su emergencia. El triunfo no me sorprendió tanto, porque en una segunda ronda enfrentado a un candidato como José Marí­a Figueres, con tantos anticuerpos en el paí­s, era, no fácil, pero digamos sí era posible que fuera derrotado por una persona sin ninguna experiencia política en cuyo caso, tal vez, más bien la falta de experiencia polí­tica le favorecí­a frente a una persona que muchos sectores de votantes veían, con razón o sin ella, primero como alguien que habí­a evadido la justicia en Costa Rica y como representante de un partido polí­tico que no se habí­a renovado en absoluto, en este caso Liberación Nacional.

Hasta cierto punto la llegada de Rodrigo Chaves a la Presidencia sí­ me me sorprendió. Creo que a muchas personas, sobre todo si uno lo compara con las expectativas que existí­an al inicio de la campaña electoral.

No me sorprendió el giro que adoptó en el gobierno porque ya se veí­a. Desde su campaña don Rodrigo Chaves asumió posiciones tí­picamente populistas, o sea, pretender ser el representante de una voluntad popular difusa que solo el lí­der, en este caso él, interpretaba, y de la cual solo él era el representante y contraponerla a un supuesto sistema totalmente por cooptado por elites y inmovilistas, corruptas, etc., ese mensaje ya él lo vení­a exponiendo desde la campaña y, una vez llegado al poder, debemos entender lo siguiente: don Rodrigo llega al poder con un apoyo electoral bastante reducido, tiene una fracción legislativa muy pequeña, siete diputados, que, de pronto, el partido que lo condujo al poder y que, por ende, ha representado a esa fracción legislativa, rompe con él. Se generan una serie de turbulencias internas y en este momento la fracción oficialista que llegó por un partido polí­tico ya en realidad no es parte de ese partido polí­tico aunque mantiene la divisa por una razón muy simple y es que, si no la tuviera, no podrí­a actuar como una fracción legislativa formal, con todo lo lo que eso implica para bien en el manejo de lo legislativo.

Entonces tenemos una persona que llega con un apoyo electoral reducido, con una fracción legislativa muy pequeña, sin un partido realmente estructurado, sin un verdadero equipo de gobierno porque, una vez triunfado u obtenido el triunfo en la segunda ronda, el gobierno o el presidente empieza a hacer una especie de búsqueda de talentos o de personas dispuestas a sumarse al gobierno y lo que se crea es una amalgama de personas, no un verdadero equipo y, cuando se carece de un verdadero equipo de gobierno y se carece de un partido polí­tico real, hay muchos riesgos. Un riesgo, indudablemente, es que también probablemente se carece de un proyecto polí­tico en el sentido genuino de la palabra, o sea, de cómo trasladar en el gobierno o cómo convertir al gobierno en un generador de polí­ticas públicas que respondan a un plan, a un objetivo, a una visión, a un proyecto.

Cuando no hay un partido, de eso normalmente se carece, y, además, cuando no hay un equipo, la capacidad de gestión gubernamental se ve sumamente debilitada y, además, el único elemento de amalgama de un grupo tan heterogéneo ya no es un programa polí­tico, ya no es la identidad partidista sino es la persona que encabeza ese grupo, en este caso, el presidente.

Y de pronto la variable fundamental para estar en ese equipo es la lealtad al presidente. No necesariamente la lealtad a un proyecto polí­tico y, además, al carecer de partido y al carecer de equipo de gobierno, las posibilidades de atemperar los ímpetus, que yo considero autoritarios del presidente, se reducen porque no hay elementos que lo contengan, que lo acoten y que, por ende, ante algunos intentos que no son los más adecuados de irse, por ejemplo, en contra de las instituciones o de romper el diálogo legislativo o de emprenderla en contra de los adversarios como si fueran enemigos, todos esos ímpetus no son acotados ni por un equipo ni por un partido y más bien para poder seguir en el gobierno hay que apoyar.

Esos í­mpetus del presidente se han ido exacerbando y, por supuesto, que en un régimen democrático, basado en el Estado de derecho y con pesos y contrapesos, las posibilidades de que un presidente decida a su buen saber o entender o adoptando sus impulsos es muy reducida y, claro, las instituciones le ponen frenos, evitan arbitrariedades, deshacen una serie de iniciativas que, probablemente cuando se emprenden, hasta el mismo gobierno sabí­a que no se iban a poder materializar, pero el hecho que se las bloqueen por la institucionalidad, le da argumentos para decir que no lo dejan hacer cosas.

Se dedica más que todo a exacerbar los ánimos porque es la única forma de proyectar poder

Entonces se dedica más que todo a exacerbar los ánimos porque es la única forma de proyectar poder, o sea la proyección del poder  de un gobierno electoral y políticamente débil como el actual, solo se puede realizar tratando de crear un aura de apoyo popular, un aura casi  plebiscitaria, un aura que se presenta como limitada por las instituciones y que, entonces, trata de aprovechar una serie de reclamos y en algunos casos hasta frustraciones, muchos de ellos justificados, que tienen ciertos sectores de la población para convertirlos en motores que alimenten ese descreimiento que ya de por sí­ se vení­a dando en las instituciones públicas.

Estamos en una situación en que el gobierno o, sobre todo, el presidente aprovecha esos fermentos de descontento, de marginalidad, de enojo de sectores de la población que se consideran que han estado fuera del juego por mucho tiempo, que no han tenido adecuada representación y los convierte, no tanto en motores para buscar soluciones a los problemas que han conducido a esta situación, sino para explotarlos como fuentes de ataque a las instituciones que, eventualmente, se pueda volver a favor del í­mpetu autoritario del gobierno.

Creo que esa es la situación en la que estamos en este momento. Dichosamente el paí­s tiene instituciones, tiene un sector público en el que una serie de instancias que, llamémosla mandos medios, son factores atemperadores de decisiones que pueden ser inconvenientes y hay todaví­a en el paí­s, a pesar de tantos reclamos al sistema polí­tico, una gran raigambre democrática, un apego de las personas a la búsqueda de soluciones pací­ficas a los temas, un, digamos, un tipo de identidad costarricense profunda, que si bien es cierto se puede haber deteriorado en muchos sectores por esa cantidad de reclamos justificados que tienen pero sin embargo todaví­a mantiene una base de respeto a la convivencia civilizada que yo considero, espero no equivocarme, es mayoritaria en el país. 

Rodrigo Cubero: lo que he extrañado más en estos tres años, es una agenda decidida de impulso del crecimiento económico con bienestar

En el manejo de la cuestión económica, viviendo una turbulencia mundial sin precedentes con la guerra arancelaria desatada desde la administración Trump y en un año polí­tico electoral tan friccionado como el que se avecina ¿cómo debe navegar Costa Rica? ¿Cómo cree que debe ser la conducción de la polí­tica macroeconómica para no arriesgar desestabilizaciones, movimientos bruscos, mayor convulsión e incertidumbre?

-Claramente se trata de una situación sin precedentes recientes. La última vez que el mundo experimentó una guerra arancelaria como la que ha lanzado el señor presidente Trump fue en los años 30 y las consecuencias fueron tremendamente negativas para la economí­a mundial. Fue un periodo al que, además, se sumaba una crisis financiera que habí­a azotado a los paí­ses avanzados y que por esa ví­a también se transmitió a los paí­ses en desarrollo como el nuestro pero que se le suma pésimas decisiones de polí­tica particularmente la guerra arancelaria que se dio entre paí­ses en los años 30 y el reconocimiento de que los resultados de esa guerra habían sido tremendamente destructivos no solo para las economí­as sino también para la cooperación internacional y para el buen trato entre paí­ses y, en general, para las alianzas que debí­an darse en el seno internacional. El reconocimiento de esos resultados negativos fue lo que justamente llevó a la formación entre otras cosas de las Naciones Unidas y particularmente de las entidades financieras internacionales, me refiero al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial que surgen en una conferencia de la conferencia de Bretton Woods en 1944. Su principal cometido era llevar adelante polí­ticas económicas que evitaran que el mundo cayera otra vez en una situación como la que habí­amos en los años 30, una situación de guerras arancelarias de competencia, de polí­ticas económicas y comerciales agresivas y, más bien, en su lugar instaurar un régimen de cooperación de normas internacionales, un régimen de paz, entendiendo que esta era el iba a ser el sustrato fundamental para una economí­a mucho más próspera y por supuesto para un ambiente internacional mucho más seguro, más pací­fico, entonces estamos estamos viviendo una situación que no veí­amos desde hace 90 años y es muy preocupante, 

¿Qué debe hacer el paí­s en ese contexto? Aquí­ yo sí­ extraño que habiendo el paí­s básicamente sacado de escena lo que era el problema más urgente, tal vez no el más importante, pero ciertamente el más urgente, que era el problema fiscal, habiéndolo sacado de escena con la reforma fiscal de diciembre del 2018; habiendo también ese evento traumático que fue la pandemia y habiendo ya la economí­a costarricense recuperado sus fuerzas y su dinamismo para mayo del 2022, lo que he extrañado más, tal vez, en estos tres años, es una agenda decidida de impulso del crecimiento económico con bienestar; reformas estructurales que son necesarísimas para mejorar las  condiciones de productividad especialmente en el régimen definitivo, en esas empresas fuera de la Zona Franca que representan el 85% de la producción nacional y han venido creciendo a tasas muy lentas; reformas para mejorar la situación del mercado laboral; reformas para mejorar dentro de la disciplina fiscal que ha impuesto la regla fiscal y que ha sido muy necesaria para recuperar cierto nivel de sostenibilidad y confianza en mercados domésticos e internacionales. Hacer un reajuste de la asignación del gasto para reenfocarlo hacia la infraestructura y el gasto social.

En eso con concuerdo plenamente con Eduardo, porque hemos tenido una disciplina fiscal que ha arrojado resultados sociales y de infraestructura tremendamente preocupantes, el gasto en infraestructura se ha reducido y, si bien es cierto, esta administración ha continuado algunas obras importantes que se que se habí­an iniciado al menos en la administración anterior, sino que ya en varias administraciones anteriores, sí hemos visto una reducción importante en la inversión pública y en el gasto social y esto, en general, nos puede pasar una factura muy grande hacia adelante. Entonces es una reforma fiscal que si bien nos da estabilidad en el plano macroeconómico nos genera preocupaciones para la capacidad del paí­s de seguir creciendo con estabilidad no solo económica sino social y, entonces, ahora que estamos navegando esas aguas turbulentas en el escenario internacional, se vuelve todaví­a más urgente que el paí­s se enfoque en impulsar una agenda de reformas estructurales que nos ayuden a mejorar la productividad en las empresas fuera de Zona Franca y especialmente fuera del Área Metropolitana y que nos ayuden también a mejorar los resultados sociales del paí­s porque hemos visto resultados sociales no demasiado buenos en el ámbito laboral, hemos visto una caí­da en el desempleo pero desafortunadamente muchos de eso se explica por una caí­da en la participación laboral, poca generación de empleos, hemos visto una reducción de la pobreza en el último año pero, en general, hay un fermento de descontento de sensación de desigualdad a pesar de que la desigualdad también cae ligeramente el año pasado.

Creo que sobre estos fenómenos  sociales debemos trabajar con seriedad porque nos va a permitir mantener cierto nivel de cohesión social.

Especí­ficamente en el campo de la polí­tica comercial, me parece que para poder enfrentar la amenaza de de estas barreras arancelarias que están imponiéndose unilateralmente desde los Estados Unidos y que han desatado ya una respuesta de algunos paí­ses, claramente el caso de China, lo que debe hacer Costa Rica es, primero, mantener un diálogo sano, pausado, razonable, con los Estados Unidos sin claudicar de nuestros valores democráticos.

En segundo lugar, seguir ahondando los acuerdos comerciales internacionales en que participa el paí­s y renovar la ruta de encontrar nuevos acuerdos internacionales en materia comercial y de atracción de inversiones con nuevos socios y profundizar los que tenemos con socios importantes como Europa y el este asiático.

Me parece que estas son tareas fundamentales. Tenemos también que seguir la ruta de posicionar a Costa Rica como un destino atractivo para la Inversión Extranjera Directa, atractivo para la inversión doméstica de manera que podamos seguir creciendo a tasas razonables y seguir manteniendo ese motor de crecimiento que ha sido las Zonas Francas pero impulsando también el crecimiento de la productividad en el régimen definitivo, es decir, las empresas fuera de zonas francas.

Creo que una agenda de crecimiento con, también, un enfoque hacia la inserción en mercados internacionales buscando nuevos aliados. El crecimiento de nuevas alianzas nos va a ayudar no solo  a mantener un buen crecimiento económico sino también a enfrentar estas aguas turbulentas en el contexto internacional y reducir un poco la dependencia tan fuerte que tenemos de la economí­a norteamericana.

Es una dependencia que nos ha generado beneficios pero que en este momento se vuelve un un factor de riesgo para la economía nacional.

Tenemos un sectorexportador que enví­a el 46%  de sus productos a los a los Estados Unidos. Tenemos una Inversión Extranjera Directa y un turismo que dependen fundamentalmente de los  Estados Unidos como fuente de origen de esos flujos. De manera que somos muy vulnerables a lo que está pasando en Estados Unidos y tenemos que trabajar en reducir esa vulnerabilidad con la agenda tanto de crecimiento económico digamos construcción de la productividad en el régimen definitivo como de alianzas internacionales, búsqueda de nuevos socios, nuevos mercados, nuevas alianzas.