PuroPeriodismo/DW/Foto La Prensa, Ciudad Panamá
Batallas campales con heridos, provincias enteras bloqueadas y pérdidas económicas millonarias: Panamá parece en estos días un país en guerra, informa DW de Alemania.
Por un lado, está el Gobierno, desprestigiado, pero apoyado por las fuerzas de seguridad; por otro lado, sindicalistas, ambientalistas, estudiantes, mujeres, maestros e indígenas que han tomado las calles, hartos de una clase político-empresarial vista como corrupta e inepta.
Ambos campos se atrincheran, y la violencia escala en un cóctel peligroso de ingobernabilidad, advierten analistas consultados por DW.
Los detonadores de las protestas fueron tres: la reforma de la seguridad social, en marzo, que recorta beneficios laborales y de jubilación a cientos de miles de trabajadores; una propuesta del presidente José Raúl Mulino de reabrir una mina de cobre, violando un fallo de la Corte Suprema que ordenó su cierre en 2023, luego de manifestaciones multitudinarias; y la firma de un memorándum que permite a Estados Unidos retornar a sus antiguas bases cerca del Canal de Panamá e incrementar su presencia militar en territorio panameño.
“Son las protestas más grandes en 30 años”, dice a DW el analista político José Eugenio Stoute. “El gobierno ha perdido el control de dos provincias, Bocas del Toro, controlada por los huelguistas, y el Darién, controlado por los indígenas. Y en la capital hay marchas cada 24 horas”.
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