La tragedia de Colombia, mirémonos en ese espejo…

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Edgar Fonseca, editor

El discurso político de odio, venenoso, divisivo, cobra su más reciente víctima en Colombia: el brutal atentado contra el joven candidato presidencial Miguel Uribe Turbay de Centro Democrático.

¡Mirémonos en ese espejo!

Un sicario, de apenas 15 años, se acercó mientras el político caminaba y saludaba por una de las barriadas bogotanas.

Y, a sangre fría, a quemarropa, le disparó a la cabeza.

“Lo hice por plata, por mi familia. Perdón, lo hice por plata, por mi familia”, gritó el gatillero al ser arrestado.

Uribe Turbay, cuya madre Diana Turbay, fue víctima del narcoterrorismo hace tres décadas, se debate entre la vida y la muerte.

Los médicos califican su estado de extrema gravedad y pronóstico reservado.

Como de pronóstico reservado anda Colombia en medio del clima polarizante, de choque y enfrentamiento que, desde la Casa de Nariño enardece el presidente Petro, de cada vez más torpe y desteñida gestión.

En San José, ese discurso de odio está en el orden del día en Casa Presidencial.

Es parte de un libreto y una estrategia perversa.

Es parte de los remedos de conferencia de prensa semanales.

Allí el ataque es soez.

Jueces, magistrados, fiscales, diputados, jerarcas policiales, periodistas críticos, todos están en punto de mira.

La Contralora General, los magistrados electorales, los mandos medios o superiores institucionales que no se adocenan, ni se doblegan.

Es un discurso, no solo insidioso, sino mentiroso, engañador.

Que tiene paralizado y en retroceso al país.

Que esconde las cifras duras, casi 3000 asesinatos en tres años de esta administración, y que maquilla o reclama como propias, obras ajenas.

Es un discurso altisonante, que se propaga en cada acto público en violación flagrante de restricciones electorales.

De irrespeto al ordenamiento en pos de un único objetivo: acabar con un modelo institucional que no encaja en sus propósitos.

Un discurso que busca vulnerar valores y principios, libertades fundamentales, que han hecho de este país un modelo mundial, y hoy sufren un ataque despiadado.

Un discurso sin escrúpulos. A cualquier costo. A cualquier precio.

Y ante eso, lamentablemente, o no lo ven o se hacen de la vista gorda, quienes andan embriagados en esa carreta y más de un tonto útil que aplaude o calla.

Que no tengamos que llegar a la tragedia del hermano pueblo colombiano, para lamentarnos, ya muy tarde.

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