“Las visitas al CECOT son totalmente coreografiadas”

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PuroPeriodismo/DW, Alemania

Imágenes artísticas de hombres con gesto atrabiliario, con sus cuerpos tatuados siendo sometidos por guardias fuertemente armados, es básicamente lo que se conoce visualmente del gigantesco Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), la famosa megacárcel de El Salvador, donde pueden ser recluidos hasta 40 000 reos de presunta alta peligrosidad y que es exhibida por el Gobierno de Nayib Bukele como la punta de lanza de su plan para erradicar a las pandillas de las calles del país.

En esas fotografías se ve todo de un blanco inmaculado, incluso los trajes de los reclusos. El piso brilla, los agentes están ataviados con la última tecnología y todo parece funcionar con la rigurosidad y precisión de una ensayada obra de teatro.

Las visitas de políticos extranjeros y periodistas, así como de autoridades como la secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Kristi Noem, parecen demostrar la transparencia de la gestión política y judicial del recinto.

Noem incluso dio declaraciones a la prensa delante de una celda, donde un grupo de reos sirvió como telón de fondo. Su presencia en el lugar se dio en el marco de una visita que realizó a fines de marzo de 2025 al país centroamericano, con la finalidad de fortalecer la cooperación en temas de seguridad y avanzar en la lucha contra el crimen transnacional. Desde hace varios meses, se han intensificado los vuelos de personas deportadas por Estados Unidos.

“Mecanismo de propaganda”

“Las visitas que hemos visto al CECOT son totalmente coreografiadas para la producción de la propaganda” del Gobierno, dice a DW Noah Bullock, director ejecutivo de Cristosal, una ONG que defiende los derechos humanos y que recientemente anunció su salida de El Salvador debido a la persecución que sufren sus miembros. “El CECOT ha sido una puesta en escena para mostrar un modelo sobre cómo un hombre duro supuestamente trata a los peores de los peores. Pero el mito de eficiencia solo se sostiene si nadie te puede auditar”, indica Bullock.

El activista señala que “en El Salvador, no hay acceso a información pública ni tolerancia a la objetividad”, por lo que es difícil conocer datos de primera fuente. Sin embargo, Cristosal ha logrado, gracias a los testimonios de Kilmar Ábrego, un salvadoreño deportado por error desde Estados Unidos al CECOT, y a venezolanos liberados tras haber pasado por la megacárcel, qué cosas pasan dentro. “Todos han descrito patrones de tortura que coinciden muy bien con los que hemos documentado en otros penales”.

“El régimen de Bukele utiliza el CECOT como un mecanismo de propaganda”, dice a DW Juan Pappier, subdirector de la División de las Américas de Human Rights Watch (HRW). “Existen sobrados motivos para desconfiar de las imágenes que el Gobierno da sobre la cárcel. El Gobierno de Bukele ha restringido severamente el acceso de observadores internacionales y solo permite visitas altamente vigiladas”, asegura.

PuroPeriodismo/DW, Alemania

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