Edgar Fonseca, editor
El diputado y candidato presidencial PLP, Eli Feinzaig, denunció la aplicación del modelo represor cubano CDR en las represalias contra un funcionario de de Aseo del hospital Calderón Guardia que lanzó críticas al presidente Rodrigo Chaves en sus redes sociales.
“Aquí está en juego una de las libertades más fundamentales, la libertad de expresión, y eso no lo podemos permitir. Los jefes que denunciaron al funcionario actuaron ni más ni menos que como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en Cuba. Empiezan por los funcionarios, los subalternos, porque sobre ellos tienen mayor control. Pero pronto siguen con los ciudadanos en general, vecinos delatando a vecinos, tíos sapeando a sus sobrinos e hijos a sus padres, hasta que logran un clima tal de desconfianza que destruye no solo a la sociedad, sino también a la familia” censuró Feinzaig en un post Facebook. Ver adjunto.
El diputado se recupera de un grave accidente automovilístico que sufrió el viernes 24 de octubre en la ruta nacional 1, Buenos Aires, Palmares, mientras se dirigía a actividades proselitistas y con medios.
Resultó con cuatro costillas y el esternón fracturados. Retorna a sus labores legislativas el miércoles 12 de noviembre.
En el percance falleció su asesora la abogada Ericka Benavides Garbanzo, de 56 años y resultaron con severas lesiones los dos conductores de los vehículos involucrados.
En el post Facebook sobre el caso del empleado de la CCSS, Feinzaig mencionó : “Un funcionario del Servicio de Aseo del Hospital Calderón Guardia fue denunciado por su jefatura por “cómo se expresa del Gobierno actual y del Presidente”, con la solicitud expresa de revisar sus redes sociales y elevarlo a conocimiento de la propia Presidencia de la República.
“La denuncia contra el funcionario fue reproducida por la Directora del Hospital y su Director Administrativo Financiero en un oficio dirigido ni más ni menos que a la jefa de despacho de la Presidente de la Caja y al Gerente Médico. Poco después, al pobre funcionario se le llenaron sus redes de troles cargados de odio y amenazas”, reveló el legislador.
“Si resulta inaudito el hecho de que una jefatura de área de la Caja gaste recursos públicos para perseguir a un subalterno, dedicando tiempo valioso a eso y no a cumplir sus delicadas funciones (garantizar la limpieza de un hospital no es cosa menor), más lo es que la Directora del Hospital, el director administrativo, la jefa de despacho de la Presidente de la Caja y el Gerente Médico de la institución le hayan dedicado tiempo y recursos institucionales al tema que no fuera para disciplinar al jefe del área de aseo por perder el tiempo en tonteras”, fustigó.
La CCSS guarda silencio sobre este incidente.
Adjunto post del diputado Eli Feinzaig
¿Qué tan bajo podemos llegar a caer?
En estos días que, por las circunstancias de todos conocidas, me he tenido que quedar en casa excepto para atender citas médicas, he tenido tiempo para reflexionar acerca de las cosas que están sucediendo en Costa Rica y que no podemos permitirnos normalizar.
Muchas cosas tienen que cambiar en Costa Rica desde hace mucho tiempo, y a muchas de ellas ni siquiera les hemos hecho cosquillas. La pregunta que me hago, y creo que todos debemos hacernos, es qué estamos dispuestos a sacrificar para lograr los cambios que el país necesita. ¿Qué tan bajo nos vamos a permitir caer antes de ver una solución real a algún problema?
La noticia que circuló en días recientes acerca de un funcionario de la CCSS que empezó a ser intimidado por sus opiniones en redes sociales, me ha llevado a esta reflexión.
Primero, un poco de contexto. Un funcionario del Servicio de Aseo del Hospital Calderón Guardia fue denunciado por su jefatura por “cómo se expresa del Gobierno actual y del Presidente”, con la solicitud expresa de revisar sus redes sociales y elevarlo a conocimiento de la propia Presidencia de la República.
No me pregunten cómo suceden estas cosas, porque son más dignas de una novela distópica de George Orwell que de la realidad que quisiéramos vivir, pero la denuncia contra el funcionario fue reproducida por la Directora del Hospital y su Director Administrativo Financiero en un oficio dirigido ni más ni menos que a la jefa de despacho de la Presidente de la Caja y al Gerente Médico. Poco después, al pobre funcionario se le llenaron sus redes de troles cargados de odio y amenazas.
¿De verdad esa es la Costa Rica en la que queremos vivir? ¿Una Costa Rica donde las listas de espera siguen sin solución, el hospital de Cartago sigue en planos de papel, pero la prioridad de la administración es perseguir a un funcionario de bajo rango -porque ni siquiera se trata de uno de esos “mandos medios” que a alguna gente le gusta demonizar- por sus opiniones?
Este no es el camino. Lo vengo diciendo desde hace mucho: Costa Rica necesita más diálogo y menos discurso de división. Más acción y, hay que decirlo con claridad, menos persecución.
De hecho, ninguna persecución por diferencias de criterio es aceptable. Aquí está en juego una de las libertades más fundamentales, la libertad de expresión, y eso no lo podemos permitir. Los jefes que denunciaron al funcionario actuaron ni más ni menos que como los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en Cuba. Empiezan por los funcionarios, los subalternos, porque sobre ellos tienen mayor control. Pero pronto siguen con los ciudadanos en general, vecinos delatando a vecinos, tíos sapeando a sus sobrinos e hijos a sus padres, hasta que logran un clima tal de desconfianza que destruye no solo a la sociedad, sino también a la familia.
Si resulta inaudito el hecho de que una jefatura de área de la Caja gaste recursos públicos para perseguir a un subalterno, dedicando tiempo valioso a eso y no a cumplir sus delicadas funciones (garantizar la limpieza de un hospital no es cosa menor), más lo es que la Directora del Hospital, el director administrativo, la jefa de despacho de la Presidente de la Caja y el Gerente Médico de la institución le hayan dedicado tiempo y recursos institucionales al tema que no fuera para disciplinar al jefe del área de aseo por perder el tiempo en tonteras. Y esto habla volúmenes del lamentable estado en que nos encontramos como sociedad.
Tan corrupto es el que usa la función pública para beneficio propio, como el que lo hace para beneficio de un proyecto político. Y, aunque esta afirmación es absoluta, habrá que calificarla: peor aún cuando se usa la función pública para promover un proyecto político totalitario. Las señales son cada día más claras.
Y por eso inicié con la pregunta “qué tan bajo estamos dispuestos a caer”. La pérdida de nuestros derechos ciudadanos y nuestras libertades individuales debería marcar una frontera infranqueable. Necesitamos retomar el camino del diálogo, del respeto y, sobre todo ahora, de la decencia.
Diálogo democràtico como el que se da en los debates y conversatorios presidenciales, para que los votantes puedan conocer y contrastar las propuestas, opiniones y talante de los candidatos (de aquellos que no se esconden).
Respeto como el que se pierde cuando una candidata dice que no participa en los debates porque le enseñaron a no revolcarse con cerdos en el lodo para no salir embarrialada, lo cual no es más que una vulgar excusa para evitar exponer sus debilidades.
Decencia, que se traduce como honestidad, integridad, virtud, ética, moralidad, vergüenza propia, dignidad, decoro, honorabilidad, honor, aspectos tan ausentes en los discursos de odio que algunos han pretendido convertir en estrategia política, con un costo altísimo para el país.
No permitamos que nos sigan arrastrando hasta el fondo con esos discursos.
¡Ya basta! Volvamos a enarbolar la bandera de la libertad y el diálogo respetuoso que hicieron excepcional a Costa Rica. Recuperemos nuestra esencia, sin quedarnos atascados en la discusión.





