PuroPeriodismo/Gustavo Jacobo Román/Imagen Shutterstock.com
Desmerecer a los adversarios siempre fue un objetivo estratégico en política. En distintos grados, claro, porque una cosa es demeritar las virtudes del rival o subrayar sus defectos, y otra es destruir su reputación y hasta monstrificarlo.
Lo cierto es que en esas operaciones políticas la prensa siempre jugó un rol importante. En los EEUU de finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX, la prensa, que normalmente era prensa de partido, se dedicaba a exaltar las virtudes de sus patrones y a denostar, con altos niveles de inquina y virulencia, a los opositores de estos. Luego el siglo XX, primero en EEUU y luego en otras latitudes, fue testigo de la progresiva profesionalización del periodismo, marcada por su boyante comercialización (de la mano del auge del mundo publicitario), independencia creciente respecto de los partidos, sindicatos e iglesias, y relativa autonomía en el ejercicio de sus rutinas de trabajo conforme a principios y criterios propios del oficio. Fue la época dorada del periodismo, durante la cual, aunque de forma subrepticia y sin llegar a controlarla, también se instrumentalizó políticamente a la prensa, por ejemplo mediante filtraciones, trabajando sobre las cuales los periodistas no podían saber, aunque intuyeran, que había quien estaba rentabilizando un escándalo noticioso.
Hoy, tras casi dos décadas de que Internet hundiera a los medios en una crisis de su modelo de negocios, resurge con fuerza aquel viejo “periodismo” decimonónico, de partido y de gobierno, con “periodistas” a sueldo de los líderes autoritarios que dirigen regímenes, ya no del terror, sino de la manipulación (Guriev y Treisman); infames traidores de la democracia y de su oficio, porque mientras ellos contribuyen al envilecimiento del debate público, destapando selectivamente cloacas, cuando no inventándolas, y ocultando la podredumbre del régimen que los alimenta, no pocos de sus colegas, los verdaderos y valientes periodistas, incluso hoy, en medio de las estrecheces financieras de los medios, enfrentan las consecuencias que acarrea enfrentarse a los gobiernos, a todos, y mantenerse erguidos, comprometidos solo con la verdad y el servicio público de la información, sin los cuales la democracia no puede subsistir.
Fuente Facebook: Gustavo Jacobo Román






