General Óscar Naranjo, Colombia: “Las estrategias de mano dura no son sostenibles en el tiempo y desvalorizan los valores democráticos”

15
  • El exdirector de la Policía y exvicepresidente de Colombia, uno de los grandes expertos en seguridad en América Latina, disecciona el momento crítico que vive la región y sus retos en una amplia entrevista con El País, Madrid, edición México
  • Sostiene que la región enfrenta un desafío mayor que el de épocas pasadas: comprender que ya no basta con neutralizar capos ni desplegar tropas, sino reconstruir capacidades institucionales, recuperar territorios y devolver sentido al Estado de derecho

P. ¿La mano dura resuelve el problema criminal o solo lo desplaza territorial y temporalmente? ¿Es popularidad por ser eficaz o por la desesperación social ante la ausencia de alternativas creíbles?

R. Las estrategias de mano dura no son sostenibles en el tiempo y terminan abriendo compuertas al abuso, la arbitrariedad y la violación de derechos humanos. Pero, ante las crisis de inseguridad y de violencia, los políticos de manera facilista recurren a ellas como una fórmula electoral, aunque generan una desvalorización de los valores democráticos. En el fondo, estamos frente a un falso dilema entre quienes pregonan que hay que tener un Estado fuerte para abrir al disfrute de derechos y libertades ciudadanas, quienes dicen que primero aseguremos los derechos y las libertades, y luego vamos construyendo un Estado fuerte. Se puede trabajar simultáneamente en elevar capacidades de un Estado competente y efectivo sin afectar el disfrute de derechos y libertades, pero un candidato con este discurso no sale elegido en América Latina.

P. En medio de este panorama negativo, ¿alguien está logrando avances en seguridad gracias a las políticas basadas en la evidencia?

R. Enfrentamos lo que llamo la fascinación Bukele, quien está logrando una disminución vertical en la tasa de homicidios, una caída muy fuerte en la extorsión. Es un ejemplo muy contagioso, que crea nuevas dificultades para advertir que esas políticas terminan en autoritarismo y no son sostenibles. Además, hemos sido muy incompetentes para documentar las lecciones aprendidas. Lo que hicimos en Colombia entre 1989, el año terrible del asesinato de tres candidatos presidenciales, y 2016, cuando firmamos el acuerdo de paz, es admirable. Hubo un fortalecimiento institucional, se mostró la supremacía del Estado sobre el crimen, se creó un clima de aceptación a los temas de seguridad. Perdón que lo diga en primera persona, pero cuando me retiré de la Policía, en 2012, me preguntaba cómo era posible que un policía saliera con el 82% de favorabilidad, por encima de Álvaro Uribe o Juan Manuel Santos. Al final de cuentas, un policía no es popular porque regula derechos y libertades, así que algo se hizo bien en mi país. Otro elemento es que el dilema entre Estado grande y Estado chiquito nos ha llevado a que no tengamos la tecnocracia suficiente para que haya políticas de seguridad de Estado, que cada Gobierno llegue de cero a montar una política. Y termino con una reflexión: cuando pensamos en lecciones, muchos de los que estuvimos a cargo sentimos un sentimiento nostálgico que nos impide decir: “Me equivoqué. Esto lo hicimos mal”.

PuroPeriodismo/El País, Madrid, edición México

Deja un comentario