Edgar Fonseca M., editor PuroPeriodismo.com
Tiene clavada en su memoria, en su piel y en su trayectoria una de las más horrendas masacres de la historia criminal de Costa Rica, la masacre de la Cruz de Alajuelita, perpetrada el 6 de abril de 1986, Domingo de Ramos, contra siete mujeres, una adulta y seis menores, en las cercanías del cerro San Miguel en las montañas del sur de la capital.
Dice que su madre, sus dos hermanas, una servidora doméstica de la familia y él fueron las últimas personas en ver con vida a las víctimas en aquella fecha.
Por eso el aguijón espoleado años después, ya como profesional del periodismo, para escribir el libro El Psicópata, los expedientes desclasificados, que presentará el periodista Otto Vargas Masís, con 21 años de trayectoria, el próximo jueves 26 de enero. Vargas, quien concentró su carrera, particularmente en el área de sucesos, es director ejecutivo de la agencia Ovama Comunicación y vicepresidente del Colegio de Periodistas.
“Por generaciones mi familia paterna ha habitado en este lugar. Por eso es que La Cruz de Alajuelita guarda para mí un especial cariño”, detalla a PuroPeriodismo Vargas, curtido periodista de 45 años recién cumplidos.
Yo estuve ahí
-¿Cómo nace la idea del libro?
-Siempre tuve en mente escribir este libro, en especial porque el 6 de abril de 1986 el destino quiso que mi familia fuera la última en ver a las peregrinas asesinadas en La Cruz de Alajuelita antes de la masacre.
Ese día subí al cerro con mi madre, mis dos hermanas, de 16 y 19 años en esa época, y una joven guanacasteca, también de 19 años, que laboraba en mi casa como servidora doméstica.
Comencé como sucesero en el periódico El Heraldo y durante 17 años di cobertura a esa fuente. Por eso una y otra vez me correspondió seguirle la pista al caso.
Decidí escribir el libro al notar que un caso tan grave había comenzado a borrarse de la memoria de los costarricenses. Un día conversaba con un joven y me dijo que El Psicópata eran puros inventos de la prensa.
Tenía mucho material guardado: entrevistas con la mamá de Tres Pelos, con Arnoldillo, con Edén Pastora, con la única testigo que le vio el rostro al homicida. Tenía informes policiales y los contactos de los agentes que condujeron la investigación.entrevistas.
-¿Cuánto tiempo le tomó el desarrollo?
-En el 2013, pedí al OIJ que desclasificara los expedientes por esta prescritos los crímenes. Ellos accedieron. Así fue como comenzó el libro.
Como parte del trabajo, volví a visitar el teatro de los crímenes, a reentrevistar a protagonistas, agentes policiales, familiares de las víctimas.
Me destaparon el caso
-¿Es un relato, es investigación, es testimonio?
-El Piscópata, los expedientes desclasificados, está cargado de realidad. La obra explora algunas de las hipótesis de la policía, entre estas una que señala a una célula de la “contra” nicaragüense como posible autora de la masacre en La Cruz.
El libro es un gran informe periodístico que echa mano de la crónica para describir cada uno de los ataques.
Se adentra en el polémico informe Ramírez-Chacón, una pesquisa que centró su interés en un exguerrillero de ARDE como sospechoso de ser el Psicópata.
La obra se condimenta con fotos y testimonios inéditos. Además, por primera vez el lector verá los rostros de las 19 víctimas (la prensa no tuvo acceso a todos), así como a testimonios inéditos provenientes de los expedientes del OIJ.
Tardé poco más de un año en escribirlo.
-¿Cuáles han sido lecciones clave para usted aprendidas con el desarrollo de este libro?
-El libro pretende dejar un legado. No es posible que el país olvide un caso tan grave; los familiares de las víctimas todavía claman por justicia. Por ellos no debemos olvidar.
-¿Va dirigido a periodistas o alcanza un público más amplio?
-El libro va dirigido a cualquier persona que quiera conocer el caso con todas sus aristas y contradicciones. Recibí, de parte del OIJ, un enorme apoyo, pues me vi en la necesidad de invadir sus oficinas durante horas y horas.
-¿Qué mezcla de sentimientos y perspectivas tiene al ver finalizado este proyecto?
-En el sentido profesional, fue un enorme reto. La obra es inédita porque recoge 20 años de investigación periodística y 30 años de investigación policial. Costa Rica todavía está en pañales en la producción de ese tipo de textos. De no ser por El Crimen de Colima (Enrique Benavides), La hora del compadre, la novela que publiqué en el 2009 sobre el homicidio de Parmenio Medina y Los verdugos de la verdad (Fabián Meza, 2016), prácticamente podríamos decir que no tenemos nada,
A la gente le llaman mucho la atención esos temas.
-¿Dónde estará a la venta el libro?
El libro lo publica la UNED y está a la venta en sus librerías. El 26 de enero, a las 7 p.m. en el Colegio de Periodistas, se va a presentar la obra. Van a participar Francisco Segura y Gerardo Láscarez, ex directores del OIJ, para hablar de la investigación. Será un conversatorio.
-¿Y por qué quiso ser periodista?
-Siempre tuve afinidad por la lectura y la escritura. Al salir del colegio, yo quería un trabajo que me permitiera vivir aventuras y consideré que para algo así lo mejor era convertirme en cronista de sucesos.
Hoy pienso que tomé la mejor elección, pues aunque es un campo difícil y plagado de riesgos, nunca perdí el sentido humano.
Polifacético
– 21 años en medios de comunicación. Redactor, jefe de nacionales, sucesos y deportes en los diarios El Heraldo, Al Día y La Nación.
-Vicepresidente del COLPER, director general de la agencia OVAMA Comunicaciones y director de la carrera de Periodismo en la Universidad Federada San Judas Tadeo, en donde es catedrático.
-Casado con Lucrecia Zúñiga, periodista; dos hijos: Juan Pablo, 6 años, y Santiago, 9 meses.
Las víctimas de una masacre impune
Se trataba de las hermanas Marta Eugenia (41 años) y Rosario (26) Zamora Martínez. La primera iba acompañada de sus hijas Cristina (18 años); María Gabriela (16); María Auxiliadora (11) y Carla Virginia (9) Salas Zamora.Doña Rosario hacía lo propio con Alejandra (13); Carla María (11) y María Eugenia (4) Sandí Zamora.De ellas, doña Rosario y Cristina no llegaron a la cima, convirtiéndose, sin saberlo, en sobrevivientes. La demás murieron a balazos, en un atajo en medio de la montaña, a manos de uno o varios homicidas cuya identidad nunca se pudo precisar.
Fuente: diario La Nación, 3 de abril de 2016, Masacre de Alajuelita: 30 años después