Edgar Fonseca, editor PuroPeriodismo.com/Foto portada Ezequiel Becerra Tomas
¡Gritó como un loco!
¡Corrió como un loco!
¡Lloró como un loco!
Y, en el instante más feliz de su vida, se fundió en un abrazo infinito con su esposa, con sus hijos y con sus padres. Un abrazo infinito con aquella afición y un país enloquecidos.
La escena crispa los sentidos.
Si la noche se encendió épica con ese gigante de ébano de Kendall Waston y su cabezazo prodigioso, mundialista, en el minuto 95 y adiós, del cotejo ante Honduras, esa noche, imborrable, le reservaba un cupo en la historia al técnico Oscar Ramírez Hernández. Inscribía su nombre con letras de oro en la historia del fútbol tico al clasificar al país a su quinta copa mundial.
Muy lejano quedaba aquel julio de 1990 cuando, apenas a sus 26 años, Ramírez tuvo su bautizo de fuego en el glorioso primer combinado tico en llegar a una copa mundial, Italia 1990.
La noche del sábado 7 de octubre tras el cabezazo de oro de Kendall Waston, Costa Rica clasificó a Rusia 2018 de la mano de este tímido pero sagaz técnico local, curtido en los polvasales y potreros de su infancia, curtido en los dos principales clubes del país: Alajuelense y Saprissa, curtido como técnico campeonil, y curtido en la durísima eliminatoria mundialista que sellaba su trayectoria de leyenda en el fútbol tico.
Por eso no sorprendió verlo correr como un loco, gritar como un loco, y llorar como un loco la noche de ese sábado.
Apenas en el despunte de la eliminatoria, Oscar Ramírez me atendió en el proyecto Gol, San Rafael de Ojo, al mediodía del 24 de noviembre pasado mientras el huracán Otto hacía estragos en la zona norte del país.
Irónicamente, once meses más tarde, alcanzaba la gloria en medio de la emergencia y el duelo nacional por el paso devastador de la tormenta Nate este octubre.
Era el reto de su vida
Clasificar al país al Mundial Rusia 2018 era el reto mayor de su ya vasta carrera deportiva de 33 años en el fútbol profesional de Costa Rica, primero como jugador y luego como técnico, me dijo aquel día.
Ramírez Hernández, de 52 años, recién cumplidos, me atendió con calma al mediodía de aquel nublado, oscuro y lluvioso jueves 24 de noviembre.
Una modesta silla, con una pizarra blanca a sus espaldas, en el pequeño y oscuro auditorio de la Federación Costarricense de Fútbol en el proyecto Gol, San Rafael de Alajuela, le sirvió de emplazamiento por dos días consecutivos al director técnico de la Selección Nacional de Fútbol, para atender a una legión de periodistas locales a quienes concede espacios de 15 minutos y a quienes escucha y responde con paciencia y atención.
Ramírez no dejaba de paladear los seis puntos iniciales cazados ante Trinidad y EE.UU. en la primera ronda de la hexagonal eliminatoria de CONCACAF pero no se dejó caer en triunfalismos. “Es peligroso”, advirtió, y así se lo infundió a sus jugadores y a la afición.
Bautizado con fuego, a sus 26 años, con la primera Copa Mundial a la que asistió el país en Italia 90, Ramírez sostiene que, en acontecimientos como esos, sobresale el carácter del jugador costarricense.
“En Italia nos menospreciaban”, recuerda para contraponer los logros deportivos desde entonces y el reto sobre sus espaldas de dar continuidad a la gesta de Brasil 2014. “De que no haya un bajonazo”, se cuida.
Hoy tiene su prueba de fuego.
Ver entrevista completa: El Mundial reta a Oscar Ramírez