Edgar Fonseca, editor
El 12 de febrero 2025, el embustero de Zapote se negó, una vez más, a que ningún representante del Poder Ejecutivo participara de las citas interpoderes para enfrentar la pandemia de la inseguridad.
Presa de sus arrebatos, de sus caprichos, de sus desvaríos y arbitrariedades, la constante de este cuatrienio, cumplió su amenaza.
Con él no cuenten mientras nuestra sociedad sucumbe ante la embestida de las mafias del sicariato, del narco, de los carteles.
El pasado lunes 28 de julio, el país cruzó la siniestra cifra de los 500 homicidios –solo en la primera mitad del año–, en su mayoría consumados por vendettas narco, fría evidencia del fracaso de esta administración en prevenir y menos contener la mayor emergencia nacional en seguridad en décadas.
Pero ese, quizá el más lúgubre de sus legados, apenas retrata un gobierno cuyos protagonistas, sin rubor, pretenden repetir y replicar la puesta en escena.
La desbandada de las últimas figuras oficialistas en pos de curules, a pesar de comprometedoras causas pendientes ante la justicia, exhibe a quienes paralizaron y polarizaron al país y pretenden recibir de nuevo el favor del electorado.
Necesitan, dicen, de 40 diputados para cumplir sus propósitos, la inconstitucional reelección presidencial indefinida, a lo Bukele, entre ellos.
La osadía no tiene límites.
Como no los tiene el riesgo que se juega el país ese domingo 1 de febrero en las urnas.
Al cataclismo de la inseguridad, el electorado no debería pasar por alto, cuanta promesa, ocurrencia y arbitrariedad consumó esta gente en demérito del sistema institucional.
Dejan un país desplomado en turismo.
Colapsado en infraestructura.
Descendiendo vertiginosamente en competitividad.
En caída libre en atracción de inversión extranjera.
Del iceberg apenas asoma la punta.
Es la lista con la que hay que ir a las urnas, reflexionar y decidir si el país vale jugarse el riesgo latente en el horizonte.
Si vale darle un cheque blanco más a tanta farsa.
Como en Gaza…
Dijo que iba a hacer una Ciudad Gobierno y lo que deja es un desastre.
La fallida iniciativa en Plaza González Víquez, después de meses de ser epicentro de vándalos e indigentes, ahora aparece arrasada… como Gaza.
Igual paralizó la neurálgica ruta a Guanacaste.
Y a Cartago la deja sin su urgente hospital.
¡Aguanta Costa Rica!
Ya queda menos.