Edgar Fonseca, editor
Han atacado al sistema democrático institucional con furia.
Con saña.
Con alevosía y premeditación.
Atacan al Poder Judicial.
Al Poder Legislativo.
A la Fiscalía.
Al Tribunal Supremo de Elecciones.
A la Contraloría General de la República.
En fin, a todo lo que se interponga en su camino.
Y lo tienen en la mira para febrero.
Por eso piden una supermayoría legislativa.
Para desmontarlo y destruirlo, y ponerlo a las órdenes del amo, como confiesa la candidata marioneta.
Pero he aquí: ayer ese sistema les funcionó, “a pedir de boca”, para los propósitos de proteger con inmunidad a quien evade dar cuenta ante los tribunales.
Una minoría legislativa, comparsa, plagada de veletas y lamebotas, celebró hasta con pantomimas salmistas, la pírrica victoria de la obsecuencia.
Una mayoría parlamentaria, digna pero insuficiente, votó por cumplir con el mandato constitucional.
Ayer, el sistema fue puesto a prueba y respondió.
Sí, ese sistema que hoy todos ellos deslegitiman.
Y ante el cual no cederán hasta derribarlo.
El voto de los 21 diputados por preservar la inmunidad presidencial, es un acto vergonzante en nuestra historia institucional.
El precio que debe pagar este asediado sistema democrático.
