Vivencias de reportero/A 50 años de la tragedia de La Angostura, Puntarenas/13 de setiembre 1975

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  • La viví de cerca y de muy largo desde la Esquina de los Grandes Acontecimientos, Radio Monumental

Edgar Fonseca, editor

El sábado 13 de setiembre de 1975, a las 9:50 a.m., se registró la mayor tragedia vial en la historia del país.

Un bus, que se dirigía hacia el centro de Puntarenas, cayó al estero en la estrecha franja de La Angostura.

El vehículo acababa de recoger pasajeros en el antiguo hospital Monseñor Sanabria. Iba repleto, según las crónicas.

El desenlace: 49 muertos y muchos heridos.

“En el accidente perecieron 11 hombres, 22 mujeres, 6 niñas y 10 niños”, confirmó La Nación en su edición del domingo 14 de setiembre.

“Entre los que lograron salir a flote y nadar hasta la orilla estaba Antonio Obando, un joven de 15 años que iba en el bus con varias compañeras del Liceo Martí, que se vio a salvo, y volvió a sumergirse para buscarlas y les salvó la vida a tres personas. Pero decidió volver a zambullirse en el agua en busca de más víctimas para salvar y lamentablemente no salió más”, narra una nota del sitio El Velero.

De cerca y de muy lejos

Tenía escasos cinco meses de haber iniciado mi precoz recorrido periodístico como asistente en la sala de redacción del noticiero La Palabra de Costa Rica, Radio Monumental, la Esquina de los Grandes Acontecimientos, en el corazón capitalino.

Viví aquella experiencia con una inusitada tensión ante los sirenazos que se lanzaban desde cabina para informar de adelantos y novedades de tan gravísimo suceso.

Como asistente, me correspondió, además, aquella aciaga mañana, refrescar las letras de una enorme pizarra que Monumental tenía para informar a los transeúntes en la avenida Central.

Mi corazón reporteril latía intenso en aquellos instantes pero sin poder salir a la calle a reportear porque me lo impedía la carencia del título profesional de periodista, como era exigido.

Por las mismas razones tampoco pude cubrir en la calle las peripecias del denominado “secuestro de la niña Yorleni”, acontecido el 27 de junio de ese mismo año.

Aquella inicial limitación me llevaría a enfrentar meses más tarde, ya como reportero de La Nación, una acusación de la entonces junta directiva del Colegio de Periodistas, por supuesto ejercicio ilegal de la profesión.

Sí, imputado.

La acusación me metió en un limbo, casi que me forzó ejercer a escondidas, y me obligó a firmar mis crónicas y reportajes hasta con seudónimo: K. Minante.

Aquella pesadilla, en los inicios de mi recorrido por este maravilloso oficio, acabó un 27 de diciembre de 1977 cuando el Juez Primero de Instrucción, don Carlos Sánchez, jamás lo olvidaré, dictó la sentencia de sobreseimiento # 871 por el delito que me atribuyeron.

¡Volví a a la vida!

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