Ortega, la dictadura fascista

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En alianza con el ejército, el favor de la cúpula empresarial, una iglesia infiltrada y dividida y la apatía de la población, Daniel Ortega camina a entronizarse cinco años más en el poder en Nicaragua en las elecciones de noviembre, denuncia editor general del opositor diario La Prensa de Managua. Este 19 de julio se celebró el 37 aniversario de la caída de otro dictador, Somoza

 “Dictadura fascista”. Así, sin muchos rodeos, califica Eduardo Enríquez, editor general del opositor diario La Prensa de Managua, al régimen del presidente Daniel Ortega de Nicaragua, quien aspira a su tercer mandato consecutivo de cinco años de gobierno en elecciones programadas para noviembre.

“Estamos en una dictadura. No estamos cerca, ya llegamos a una dictadura. El régimen fascista ya está instalado en Nicaragua y definitivamente democracia aquí no existe e institucionalidad democrática aquí no funciona en ninguno de los aspectos. Lo único que queda es una pantomima de elecciones a las que vamos a asistir ahora en noviembre, de lo cual no se espera y no se tiene ninguna esperanza de que vaya a tener un resultado mínimamente representativo de lo que la gente opina en realidad”, sentencia este veterano editor de 50 años desde la sala de redacción de La Prensa en conversación vía Skype con Edgar Fonseca, editor de PuroPeriodismo.com.

Con el desmantelamiento sostenido de las instituciones, en alianza con el ejército, el favor de la cúpula empresarial, una iglesia infiltrada y dividida y la apatía mayoritaria en la población, que solo lucha por sobrevivir cada día, Ortega se apresta a consolidarse por cinco años más en el poder, denuncia el editor general del principal medio opositor del país en ocasión de la celebración del 37 aniversario de la revolución sandinista el 19 de julio.

Enríquez, quien dirige La Prensa, histórico medio opositor, en abierta lucha y denuncia frente al régimen por su creciente autoritarismo, vaticina que el país se encamina, tarde o temprano, a tiempos de enfrentamiento dadas las características absolutistas del mando de un gobierno controlado con “paranoia” por Ortega y su compañera Rosario Murillo, quien en la práctica funciona como una primer ministro y de quien emanan todo tipo de decisiones políticas, administrativas y ejecutivas.

Junio, puño de hierro 

-37 aniversario de la revolución sandinista ¿Cuál es el ambiente que se vive en Managua? ¿Es tan festivo como lo plantea el régimen?

-Lo que reina en Nicaragua es la apatía. Hay mucha apatía en cuanto al tema político. Cada quien está tratando de resolver su vida de la mejor manera que puede y en la parte política lo que han entendido o aceptado los nicaragüenses es que lo que deben de hacer ante un régimen como el de Ortega es simplemente dedicarse a tratar de defenderse en la vida, digamos, “buscando la vida” como se dice, y entre menos se meten en política, mejor. Por dos razones: una, tenemos un régimen político autoritario en el cual se paga muy caro tratar de tener una vida política. Aquí lo que el régimen orteguista impulsa es sumisión de las cosas y cualquier cosa que esté en contra de esa visión lo consideran un enemigo y lo tratan como tal. Entonces se paga muy caro.

 -Hay toda una expectativa en un ambiente saturado de decisiones, polémicas, arbitrarias, como las has calificado el diario La Prensa. La reciente expulsión de estadounidenses, de ambientalistas. La prohibición de la observación electoral, la deslegitimación de la alianza opositora, y la persecución, entre otros, a campesinos que luchan contra el proyecto del gran canal interoceánico. ¿Cómo lo valoras?

 -A partir de junio el gobierno empezó a tomar unas decisiones arbitrarias, y esto ha despertado en ciertos círculos cierta preocupación, porque ya todo el mundo, antes del mes de junio, daba por sentado que Ortega ganaba las elecciones, y es más, mucha gente se preguntaba que por qué no permitía elecciones libres, observación electoral, quitaba la presión al partido político, que siempre ha existido, y ofrecía elecciones libres, porque claramente las iba a ganar, ya que la oposición a lo largo de ocho años ha estado debilitada. Sin embargo, en lugar de hacer eso, Ortega toma actitudes mucho más intransigentes, mucho más arbitrarias, mucho más autoritarias. ¿Por qué creemos que hace esto? Porque la mentalidad de Ortega no es una mentalidad democrática, Ortega lo que quiere es el poder, el poder total, y la manera en que el entiende que lo puede obtener es mediante estas medidas. Tiene un gran temor al voto popular, al voto secreto, vivió la experiencia amarga para él en 1990 cuando pensaba que iba a arrasar en las elecciones y fue más bien la oposición la que arrasó, y, definitivamente, no quiere dejar ni siquiera la más mínima posibilidad de que eso le vuelva a ocurrir. Por eso que está prácticamente destruyendo el sistema democrático. Ha destruido la confianza de la gente en el voto. Está imponiéndose con violencia, cuando es necesario, contra la gente que se atreve a protestar y entonces cuando hablo de apatía, hablo del común de la gente, que prefiere la apatía, prefiere el silencio, prefiere buscar como resolver su propia vida y dejar el tema político como algo en el cual no se quiere meter.

Pantomima de “elecciones”

 -¿Cuál es el grado de credibilidad en la sociedad nicaragüense frente al proceso electoral de noviembre?

-Si antes de junio existía un 25% de la población que decía “bueno, podemos creer en los resultados que salgan de las elecciones”, ahora, si te digo 5% es mucho. ¿Qué sucedió? La única alianza que existía, que mantenía una oposición constante, tal vez no efectiva, pero sí constante contra el régimen, simplemente fue eliminada de la competencia. Entonces ha quedado Ortega y han quedado cuatro partidos más, que son partidos, ya no diría micro-partidos, sino que a nivel átomos, pequeñísimos, que simplemente están ahí para hacerle el juego al régimen. Hay un consejo electoral que lleva cuatro elecciones turbias, oscuras, nada transparentes. Cuatro elecciones al hilo desde 2008, y nadie confía en que puedan hacer una elección medianamente confiable.

 -Sin oposición, sin observadores y con esta incredulidad en la opinión pública, ¿cuál es el mensaje que manda Ortega al país y a la comunidad internacional?

-Que él está aquí para quedarse y no habrá manera cívica. Está cerrando todas las puertas cívicas que permitan que la sociedad debata sobre qué rumbo quiere tomar, que solo el rumbo que él propone y que él quiere es el que va a seguir y que simplemente ya el voto, en estas elecciones, es un simple trámite que él está llevando para aparentar a nivel internacional que acá existe una democracia. Pero a lo interno estamos claros de que esa elección, ese voto, no tiene ninguna efectividad. Con el resultado de las elecciones, esto va pasar a ser una actividad más, sin mayor importancia, porque lo que va a haber desgraciadamente, aunque el consejo electoral diga otra cosa, es un abstencionismo gigantesco.

-¿No se vislumbra alguna salida más positiva del entorno tan restrictivo institucional y democrático?

-Hasta el momento no hay porque Ortega se encarga de cerrar todas las salidas. Si con todas las posibilidades de ganar, porque tiene a la oposición, a la verdadera oposición, arrinconada, disminuida y atemorizada, decidiera él decir “por lo menos la gente va poder salir a votar con libertad y a votar por el que quiera”, hubiera ganado las elecciones. Pero él está cerrando incluso esa válvula. No veo al día de hoy ninguna válvula de escape de la ciudadanía para que pueda haber, ya no digamos un cambio de gobierno. Es un sistema que funciona, con órdenes verticales, de arriba hacia abajo, de la pareja presidencial. Ortega y su esposa toman todas las decisiones. Ni siquiera los ministros son capaces de tomar decisiones independientes y eso viene luego y se baja a todos los niveles y como ellos mantienen un nivel de organización tan amplio, hasta mantienen comités de barrios como en los años 80, entonces esa información se viene bajando y esas órdenes se vienen bajando hasta el nivel de barrio, es más han hasta eliminado la autonomía municipal, ya en los municipios el alcalde no manda, lo quitan y lo ponen cuando ellos quieren, el consejo municipal no es la mayor autoridad, la mayor autoridad en cada municipio es el secretario político del Frente Sandinista.

Empresarios colaboracionistas

-¿Qué responsabilidad tiene el sector empresarial, la cúpula del COSEP, muy cercana, muy relacionada con Ortega en tiempos recientes?

-He sido muy critico de la actitud del COSEP en los últimos seis años, porque sí han llegado a un nivel de ser colaboracionistas del régimen de Ortega, porque Ortega tuvo un cambio de política en el área económica. En los años 80, se comportó como un enemigo del sector privado. Cuando regresó al poder, en los primeros dos años, continuó con esa misma actitud. Luego se dio cuenta que la economía no iba a crecer así, y lo que hizo fue proponerles una alianza, y decirles: “si ustedes operan y se dedican a hacer negocios, no voy a interferir en sus actividades. Y por otro lado ustedes me dejan el tema de la política, el ejercicio del poder y gobernar, me lo dejan a mí y no se metan”. Entonces, ¿qué es lo que sucede? La economía ha crecido, los negocios han crecido, pero el país no se desarrolla y cae cada vez más en un sistema autoritario. Un sistema que responde con violencia cuando hay reclamo ciudadano. Entonces la responsabilidad, para mí, del empresariado, aunque ellos se justifican y dicen “si nos enfrentamos a Ortega, nos destruye”. Ortega no va a detenerse ante nadie. Hay que ver este tema como sociedad, y como sociedad todos tenemos que colaborar y hay sectores que han preferido que a ellos les vaya bien y que al resto les vaya como pueda. Ese es el caso del empresariado.

Iglesia infiltrada y dividida

 -¿Dónde está la iglesia Católica crítica, que en su momento se manifestó contra todo abuso antidemocrático en Nicaragua?

-La Iglesia continúa su posición crítica hacia el gobierno. Entendemos, porque no lo sabemos, no lo tenemos por seguro, que dentro la Conferencia Episcopal de los obispos que forman la Conferencia Episcopal de Nicaragua, existen algunos que creen que se debe ser un poco más agresivo y hay otros que creen que se debe ser más pasivo. Ellos no aceptan que eso se llame una división, sin embargo, en los últimos meses, en algunos momentos, los ha paralizado. En el año 2014 ellos presentaron una carta clarísima en la que prácticamente le exigían al señor Ortega garantizar elecciones libres para este 2016. Ortega jamás contestó esa carta. Lo más cercano que se pareció a respuesta, fue simplemente un ataque indirecto a los obispos por haberse atrevido a presentar esa carta. Por otra parte, tenemos que entender que este régimen, que su obsesión es el control, trata también de infiltrar y lo ha hecho así, ha infiltrado algunas diócesis, mejor dicho algunas parroquias. Cuando ellos tenían mucho dinero en el tiempo de la ayuda venezolana, se acercaban a las parroquias y le ofrecían ayuda a los sacerdotes locales. Esto ha venido un poco a debilitar la posición monolítica que ha tenido la iglesia, porque algunos sacerdotes dicen “me están ayudando, no me piden nada a cambio”. Es muy inteligente la actitud de ellos, y no es que sea algo malo lo que están haciendo, pero si uno ve la foto completa se da cuenta que van debilitando sector por sector, para luego tener el control total. Los obispos continúan con su posición, en su preocupación por el rumbo que lleva el país, y en los últimos dos meses muchos sectores han empezado a repensar si es correcto dejar que Ortega siga por el camino que va. Creo que ya es demasiado tarde. Es un poco tarde para pensar si se puede detener a Ortega de manera cívica, pero bueno, desgraciadamente eso es lo que ha ocurrido. Nos quedamos sentados muchos en sus laureles, esperando que Ortega reaccionara de manera democrática, y Ortega no es un demócrata. Él sigue por su camino autoritario.

-El Departamento de Estado de Estados Unidos lanzó una alerta preventiva de viaje a Nicaragua, y advirtió de seguimientos policiales, escrutinios, interrogatorios a los cuales podrían ser sometidos ciudadanos extranjeros en el país. ¿Qué es lo que está pasando con la seguridad del estado en Nicaragua en estos momentos?

-Ortega no quiere que nadie venga a ver qué es lo que él está haciendo. Ellos transmiten una imagen festiva, una imagen positiva a nivel del pueblo, y en realidad cuando uno ve la televisión local en Nicaragua, pensaría que aquí todo es felicidad. Entonces cuando han venido grupos, incluso estudiosos, académicos, norteamericanos, vino uno, Evan Ellis a tratar de entender cómo iba el proyecto del canal, simplemente no lo dejaron hacer entrevistas ¿Por qué? Porque el canal de Nicaragua es una gran farsa, una gran mentira, y simplemente ha sido una cortina de humo, y eso Ortega no lo puede permitir. Existe un altísimo grado de paranoia del gobierno. Solo ellos dos toman las decisiones, rodeados por un grupo de personas que no les permiten ver más allá. Sucede lo que siempre sucede con los dictadores, ven enemigos por todos lados. Expulsaron a dos funcionarios del gobierno de los Estados Unidos, que simplemente venían a coordinarse con los productores privados de Nicaragua para facilitar las exportaciones mediante el CAFTA. Ellos alegaron que supuestamente estas personas no habían pedidos las autorizaciones correctas, a pesar de que el Departamento de Comercio de Estados Unidos había venido realizando esta visita durante muchísimos años y los expulsaron sin mayor explicación, sin la menor actitud diplomática hacia ellos y lo mismo ha sucedido con México, e incluso sucedió con unos jóvenes, entre los que había un joven costarricense, que estuvieron haciendo labor en pro del medio ambiente con las comunidades de Nueva Guinea en Nicaragua, que de casualidad son las comunidades por donde va pasar la ruta del canal, o por donde ellos tienen trazada la ruta del canal, que para mí es inexistente, y pues ese fue su pecado, ir a apoyar a las comunidades en temas del medio ambiente en una zona donde ellos consideran que es la zona exclusiva del canal.

Y el ejército…

-¿Es previsible la intervención del ejército ?

 -Existe una alianza del ejercito con el régimen de Ortega, y ha tomado una actitud pasiva. El ejercito se cuida mucho de no tener que enfrentar directamente a la población, para eso Ortega utiliza la policía, y ambos cuerpos armados han pasado de ser cuerpos altamente respetados por la población, a ser vistos con recelo, pero más la policía que el ejercito, porque el ejercito estaba incluso mucho más institucionalizado y más autónomo, porque tenia su propio poder económico, que no es algo bueno para la democracia, pero bueno, es una realidad en Nicaragua. El ejercito se ha cuidado de mantener la distancia. Sin embargo, si bien no interviene a favor de Ortega directamente, tampoco hace nada a favor de los derechos de la población, entonces simplemente está ahí, aprovechan esta situación para hacer muy buenos negocios y conviven con el régimen orteguista.

-Con la historia de Nicaragua de largos períodos de tensión, de enfrentamientos, de revoluciones y contrarrevoluciones, ¿Hacia dónde podría estarse encaminando el país?

-Tomando en cuenta que la situación económica es lo que ha mantenido la estabilidad. Tuvimos la suerte de tener muy buenos ingresos con nuestros productos internacionales, la gente que se ha ido del país envía grande cantidades de remesas, lo cual le da estabilidad a las familias más pobres de este país, y no está de más decirlo $ 500 millones que durante cinco años entraron de la cooperación venezolana, que aunque los manejaba Ortega, pues de alguna manera tenía un impacto en nuestra economía, todo eso ha desaparecido con la excepción de las, bueno, incluso hasta las remesas pueden verse afectadas dependiendo de lo que suceda en Estados Unidos por ejemplo, entonces en los próximos cinco años veo un problema de crisis económica. Aunque ha habido un crecimiento de 4% promedio en los últimos cuatro años, en los próximos cinco no va ser así y cuando la economía empiece a golpear a la gente, la gente va querer exigir respuestas al régimen, al no reaccionar a esas exigencias, desgraciadamente, no es algo que desee, puede haber situaciones de violencia callejera, ya no de guerra. La gente muchas veces habla de una guerra como en los años 80. Eso lo vemos prácticamente imposible, pero sí que la gente salga a protestar por sus derechos, por sus demandas cotidianas y que esas protestas se vean enfrentadas con violencia de parte del régimen y eso eventualmente es una escalada, que una vez que comienza, pues, no termina bien.

Mañana: El asedio de la dictadura a la prensa independiente

 

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 Del exilio al periodismo

 A los 13 años, y con el arribo de la revolución sandinista hace 37 años al poder, Eduardo Enríquez, hoy editor general del diario La Prensa de Managua, sintió en carne propia, por primera vez, el fuego del exilio.

Su familia se fue a vivir a Guatemala de junio a setiembre de 1979. Y salió en forma permanente hacia Miami en 1982 cuando advirtieron que la revolución sandinista llevaba un rumbo equivocado.

“A Guatemala solo salimos por un corto período de tiempo, de junio a setiembre de 1979. Cuando mi familia salió definitivamente del país fue en 1982. El camino que tomó la revolución sandinista y la guerra de la Contra cambiaron el curso de mi vida”, cuenta. “El exilio –añade– nunca estuvo en los planes de mi familia antes de mediados de 1981 que fue cuando se empezó a ver que la revolución sandinista llevaba el rumbo equivocado. Para no ponerlo todo en negativo, sin la revolución hubiera sido muy difícil que yo estudiara en los Estados Unidos”.

Enríquez se graduó de periodista en la Universidad Internacional de la Florida (FIU)

Vivió en Miami hasta 1993.

Regresó a Nicaragua en mayo de dicho año a formar parte del grupo de periodistas que fundó el diario La Tribuna, en el que trabajó de mayo del 93 a mayo del 95. Organizó luego “el noticiero de televisión de Televicentro Canal 2 (para entonces el canal con mayor audiencia en Nicaragua) y en 1999 me integré a La Prensa”.

Nació en Managua un dos de mayo de 1966 y siempre le ha interesado la política y el periodismo.

Es autor del libro Muerte de una República. “El libro Muerte de una República, es un registro paso a paso del socavamiento de la incipiente institucionalidad republicana de Nicaragua por parte del régimen de Daniel Ortega, que sin encontrar mayores obstáculos avanza hacia el establecimiento de otra dictadura en el país, la primera del siglo XXI”, destacó el diario La Prensa al anunciar la presentación de la obra en 2012.