“De Juan Manuel Santos se esperó siempre que fuera presidente, pero nadie se lo imaginó como premio Nobel de Paz. Un hombre de paradojas, que en pocos días suba y baja entre el olimpo y el infierno”, dice Rodrigo Pardo, director de la revista Semana de Bogotá, al comentar el anuncio del Premio Nobel de la Paz, otorgado este viernes en Noruega al presidente colombiano por sus esfuerzos de paz con las Farc.
“Los últimos días de Juan Manuel Santos –añade– han sido como una montaña rusa. Para cualquier presidente, de cualquier país, perder un plebiscito puede ser el escenario de derrota más duro que se puede imaginar. Y al mismo tiempo, para cualquier estadista, un premio Nobel es tal vez el reconocimiento más alto concebible. Y Santos pasó de uno al otro en menos de una semana”.
“Venía del pomposo evento de la firma del acuerdo final con las Farc, en Cartagena, junto con Timochenko. Una fiesta con invitados internacionales de la talla del secretario general de la ONU, trece presidentes y el secretario de Estado de Estados Unidos. Todos expresaron su admiración hacia Santos y lo exaltaron por haber alcanzado la paz. Pero en un giro verdaderamente macondiano, cinco días después el No alcanzó una mayoría tan precaria como inesperada que la bajó del olimpo y lo sumió en una profunda crisis política”, comenta Pardo, profesor, periodista diplomático y exministro de Relaciones Exteriores de Colombia.
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