Migrantes venezolanos piden en las calles de San José para alcanzar “el sueño americano”

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Especial PuroPeriodismo: La Prensa, Managua

Hace mes y medio, Geraldy Núñez, venezolana de 27 años, emprendió la peligrosa ruta migratoria con rumbo a Estados Unidos. Tuvo que dejar en Venezuela a sus dos bebés —una de 2 y otra de 4 años— con su mamá: “No los quise meter a ese horror, porque primero no sabía cómo era, uno de grande aguanta, pero los bebés no”. Núñez se refiere a los inminentes riesgos que atraviesan los migrantes sudamericanos al adentrarse en el Tapón del Darién, la temida selva fronteriza de 575 mil hectáreas de extensión entre Colombia y Panamá, a la que sobrevivientes han descrito como el infierno en la tierra, destaca un informe del diario La Prensa de Managua.

Núñez estudiaba Medicina Veterinaria en su país. Salió con 500 dólares de Barinas en compañía de su pareja y hoy se encuentran en las calles de San José, Costa Rica, junto con otros 15 migrantes, pidiendo dinero para poder completar sus pasajes y continuar su recorrido en busca del “sueño americano”.

Esperan al menos recoger 100 dólares para llegar a Guatemala, pues afirman que otros migrantes le han comentado que obtener dinero de las personas es más difícil en países como Nicaragua, Honduras y El Salvador, cita el informe. 

“La verdad no contamos con una cantidad de dinero específica, sino era poca. Y ya en el camino nos ha tocado ir pidiendo, también hemos ido trabajando”, comparte Núñez con La Prensa.

Los migrantes que salen de Venezuela tienen que llegar a Cali y moverse después a Necoclí, ambos lugares en Colombia y posteriormente cruzar a Capurgana donde para muchos empieza el terror; la selva del Darién. Los que sobreviven continúan su paso por Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México hasta llegar a EE. UU. A pie, en buses, camiones o en lo que consigan que les den un aventón o en lo que les alcance pagar para trasladarse.

Núñez asegura que en el camino se encuentran a traficantes de personas que dicen llamarse “guías” y les cobran para poderlos cruzar por puntos ciegos a los países de tránsito. “Te cobran 10 dólares por cruzar un río que bien se pasa caminando, 50 dólares para salir de un campamento y 300 dólares para cruzarte en lancha de Necoclí a Capurgana, y de ahí a Carreto. Nosotros no contábamos con ese dinero, por lo tanto nos tocó caminar muchos más días”, rememora esta migrante venezolana. 

Especial PuroPeriodismo: La Prensa, Managua