Edgar Fonseca, editor
El país naufraga en inseguridad y la respuesta presidencial es exacerbarla con poses irresponsables, más propias de una farsa…
Esa caminata del mandatario por un muelle de la zona sur, deliberadamente montada, con un oficial armado de un fusil de asalto abriéndole el paso, resguardadas sus espaldas por otros agentes fuertemente armados, podría caer en los anaqueles de lejanas anécdotas de expresidentes que, en algún momento, creyeron que la fortaleza de su poder no dependería, estrictamente, de las instituciones, del Estado de derecho, sino que, en equis circunstancias, gravitaría en los cuarteles y en las botas militares, como es Bukele, un rehén del ejército en El Salvador.
Visionario, don Pepe Figueres hizo desaparecer esa perniciosa dependencia, cerró los cuarteles y acabó con el lastre que significaba mantener un costoso aparato militar a perpetuidad.
Por ello, Costa Rica es símbolo y modelo mundial de desarme y pacifismo. Especial PuroPeriodismo You Tube
Es el país que nos legaron las anteriores generaciones. Es el país que deseamos disfruten las generaciones venideras.
He ahí el vergonzoso contraste que siente y repudia la opinión pública con un gobernante que, ante el colapso de su gestión frente a la ola de inseguridad, alardea de la “garantía”, del “blindaje”, de la “coraza” de los fusiles ante alegadas amenazas contra su vida por grupos narco, como las vivieron a lo largo de las últimas décadas quienes le precedieron, sin caer en ningún teatralismo, en ninguna farsa.
El mandatario exuda inseguridad.
Lo ratifica su gesto militaroide, globo de sonda, ¡vaya usted a saber!, y le hace un flaco favor a la expectativa de la sociedad ante la emergencia nacional en seguridad pública.
El país demanda del gobierno contundencia estratégica ante la ola de criminalidad, y la respuesta, como tantas otras dadas, a lo largo de estos 10 meses de gestión, es vacía, improvisada, apaga-incendios.
Limón, Puntarenas y otras localidades caen presa de las garras de violentas organizaciones delincuenciales y la respuesta gubernamental es desatender un clamor generalizado de una coordinada acción interinstitucional, con visión de mediano y largo plazo ante el desafío.
Por eso el estupor de ver a un presidente que cree que los fusiles serán la solución, la respuesta.
No solo hay farsa. Hay mucho de pesadilla.