Una trampa tendida…

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Edgar Fonseca, editor

Viene envuelta, como un tamal, en la promesa de que limpiarán de corruptos al país.

Mentira.

Envuelta en la promesa de que limpiarán de delincuentes las calles.

Mentira.

Envuelta en un condimento amargo que busca dividir a nuestra sociedad en buenos y malos, en ángeles y demonios.

Envuelta en el espejismo de que habrá un antes y un después para el país.

Un espejismo que puede tornarse cierto, según el despeñadero al que se le lleve.

Con todos sus defectos, esta sociedad no es tan imperfecta como se la presenta al calor de una campaña.

Sigue siendo modelo en muchos ámbitos, sin caer en los extremismos que han devastado, por décadas, a naciones hermanas.

Por eso son dignas de valorar las voces que llaman la atención sobre la amenaza de la oferta, de la trampa autoritaria, de la mano dura, de “poner orden”, de entregar el destino “a un ver si acaso”, en medio del desierto y del desencanto público.

El magistrado Fernando Cruz Castro, uno de los más prestigiosos jerarcas del Poder Judicial,  rescata con acierto de nuestra reciente historia el periodo Cortés Castro, (36-40), y censura los que han sido denunciados como algunos e sus excesos autoritarios: su  alineación con el nazismo, su persecución a la comunidad judía, sus atropellos a los comunistas, sus ataques a la prensa o a quienes desafiaran al régimen. Un periodo controversial, sin duda, pendiente de revisión.

“En muchas ocasiones se añoran esas figuras de autoridad para ejercer la Presidencia. Me pregunto si esas ilusiones de autoridad las aceptará la ciudadanía”, dice Cruz Castro,  cuyo afán de reflexión histórica lo revuelca el torbellino electorero.

“Además de cemento y varilla, incurrió en excesos que ahora se considerarían inaceptables”, advierte el magistrado Cruz Castro, protagonista de uno de los más polémicos episodios institucionales cuando los diputados intentaron fulminar su reelección automática en 2012, y debieron recular en medio de un mayúsculo escándalo para la administración Chinchilla Miranda.

“Don León, que según el dicho popular, era León con los pobres y Cortés con los ricos, también ha crecido en el imaginario colectivo como el líder que puso orden y disciplina. No todo lo que brilla es oro”, enfatiza el alto juez en una inusual posición suya en medio de la campaña.

“Parece que don León tuvo rasgos muy autoritarios. Seguro no llueve a gusto de todos, porque desde hace muchos años escucho que se requiere un liderazgo que “ponga orden”, bueno, don León, es un interesante espejo”, sentencia Cruz Castro.

Y aclara presuroso que no pretende cruzarse en los fuegos ni en las pasiones electorales de hoy.

Pero es imposible desvincular su grave reflexión de esa trampa demagógica que se le tiende al electorado con el cuento chino, con el mesianismo del salvamento y de la reconstrucción nacional.

Porque por parajes parecidos ha rodado la suerte de naciones hermanas como Venezuela, con el nefasto chavismo, o Argentina con la pandemia peronista, hasta nuestros días, o la tragedia de nuestros vecinos del norte, sometidos, hasta hoy, a los más brutales excesos autoritarios.

Costa Rica se juega, ciertamente, una carta electoral crucial  este próximo cuatro de febrero y hay una trampa tendida…