Edgar Fonseca, editor

El contundente voto legislativo, de las 5:20 p.m. del 5 de octubre, es un voto histórico en defensa de la democracia. En defensa de las instituciones. En defensa de los mejores valores ciudadanos de este país.

No se trata solo de un voto para cumplir con el ritual del trámite en primer debate de una apremiante reforma fiscal.

Tiene un simbolismo mayor, mucho más trascendente.

Va mucho más allá tras cuatro semanas de chantaje, de amenazas, de bloqueos, de amedrentamiento, de sabotajes y paro, consumados en la más grave  intentona desestabilizadora que ha enfrentado el país en tiempos recientes

La decisión de una mayoría legislativa fue crucial.

No se dejó secuestrar.

No permitió que los operadores de la viciosamente llamada “democracia de las calles” impusieran, finalmente, su temeridad.

Esa mayoría de señoras y señores diputados respondió con altura, dignidad y responsabilidad.

He ahí el gran significado de su decisión.

Recogió el clamor nacional frente a una embestida  disociadora, alevosa, premeditada.

Recogió un sentimiento ciudadano de repudio y censura ante todos los atropellos perpetrados a lo largo de estos días en las calles e instituciones.

Y se sumó a la tenaz posición del presidente quien –a diferencia de su predecesor– admitió la urgencia de superar el atasco fiscal que amenaza con llevar  al país a  un despeñadero.

Los principales partidos y fracciones en el congreso respondieron con madurez y sensatez.

He ahí la trascendencia de este voto del viernes 5.

Se trata de un primer paso, no necesariamente perfecto,  en la debida aplicación de decisiones que saneen y den estabilidad a las finanzas públicas.

Pero se da en el marco de la indispensable definición institucional legislativa,  que los disociadores pretendían fulminar.

El voto pudo ser demoledor.

… Una díscola diputada verdiblanca se prestó al juego míope, calculador y mezquino de los fanáticos restauradores y del último eslabón extremista para enfrentar una decisión histórica.

Pero prevaleció lo que pasará a la historia como un voto crucial en defensa de la democracia.