Cristián Warken, diario El Mercurio, Santiago de Chile
Es muy doloroso darse cuenta de que varias jóvenes promesas de una nueva política que surgieron después del movimiento estudiantil de 2011, y a los cuales dediqué entusiastas columnas en este mismo medio, no estuvieron a la altura en esta crisis.
Su relativización de la violencia delictual o terrorista que el pueblo ha vivido en carne propia en estas duras jornadas es inaceptable.
Qué paradójico: en momentos en que un gobierno de derecha —por el que no voté— está en jaque por una vasta movilización ciudadana, se me cayó mi izquierda, a la que pertenecí y desde la que luché contra la dictadura militar en la década del 80, y que abandonó a un pueblo que tuvo mucho miedo en estas noches de terror desbocado.
Pero, para ser justos, ya esa decepción había empezado a nacer en mí antes, cuando vi la devastación de un símbolo de la educación pública, el Instituto Nacional.