Edgar Fonseca, editor/Ilustración P.X. Molina, Confidencial, Managua
Daniel Ortega y su mujer tienen las calles de Nicaragua llenas de cuerpos insepultos.
Insepultos desde la masacre de abril 2018.
Insepultos bajo la pandemia del coronavirus que maquillan de “neumonía atípica”.
Desperdigados desde Chinandega a Masaya, desde Managua a Rivas.
O semienterrados en la clandestinidad, en la oscuridad, bajo la mirada represiva de paramilitares y de personal sanitario rehén.
Con el sistema de salud colapsado.
Con decenas de médicos y demás personal hospitalario contagiados.
Con familiares, bajo zozobra y angustia, a quienes les entregan los cuerpos de sus deudos, en silencio, sin preguntas, a la ligera, en cajas herméticas, selladas, para que los entierren “express”.
De nada eso habló el dictador la noche del lunes.
Encerrado, escondido, custodiado, protegido en su fortaleza de El Carmen, salió, tras 88 días de “autocuarentena”, a atacar a Costa Rica.
Cerró fronteras y la emprende contra el país por las rigurosas medidas sanitarias adoptadas que meten en cintura a decenas de camioneros extranjeros.
Y, en su cinismo, pretende convertirse en el adalid de la libertad comercial en la región.
El gobierno del presidente Alvarado debe buscar una solución al lío con los camioneros infectados pero no a costa de la “bomba sanitaria” que Ortega le quiere endosar al país desde su sarcófago en Managua.
Desgraciadamente ese viejo asqueroso de Ortega desde hace años quiere guerra con Costa Rica,lo malo es que como vivimos en un país de paz, no podemos corresponderle y por eso el se aprovecha de joder y joder, lo peor es que la ONU tampoco nos está ayudando con ese problema desde hace años tenemos a Ortega atravesado en en el gañote Como chicharrón de puerco, ya es hora de buscar una solución para que deje el acoso hacia Costa Rica , que ya aburre y cae mal la verdad, ya sabemos que tiene mucha envidia de Costa Rica , pero que ya la pare porque obstina mucho estar ollendole el osico.