Edgar Fonseca, editor/Foto Asociación de Ciencias Penales, Costa Rica
El reconocido abogado penalista Francisco Castillo González falleció ayer viernes a los 79 años.
Se destacó por su vasta trayectoria como litigante y docente, forjador de numerosas generaciones de abogados y una prolífera labor editorial jurídica que le llevó a publicar al menos 40 libros.
Nacido en Atenas, con formación doctoral en Alemania y Francia, Castillo fue profesor de la Universidad de Costa Rica de 1970 a 1997 cuando se jubiló.
“Es obligación del Estado probar los delitos y los crímenes. Yo puedo salir absuelto con solo callar, porque la ley me presume inocente. Mientras el abogado haga lo que le permita la ley, y no se vaya a hacer lo mismo que hizo su cliente, pienso que eso sería una defensa correcta”, respondió en 2016 en una entrevista con el sitio Amelia Rueda.
En aquel año el Colegio de Abogados le otorgó el premio Abogado Distinguido tras superar un cáncer de hígado y un coma inducido por dos meses.
“La democracia es el mejor de los peores regímenes”, sentenció en dicha entrevista.
No todos son corruptos
“No todos son corruptos, hay muchos en el Poder Judicial que son excelentes profesionales, sin embargo, con el pasar del tiempo, la calidad de justicia en Costa Rica ha venido en decadencia, no solo por personas con poca experiencia, cosa que no es problema, porque poco a poco se va aprendiendo, sino por el problema del amiguismo, un problema del que no escapan todas las instituciones del Estado”, dijo en una entrevista del Semanario Universidad con ocasión de la distinción otorgada el 19 de mayo de 2016 tras haber atendido umos tres mil juicios a lo largo de su carrera, según sostuvo.
Transformó el Derecho Penal
El abogado penalista y catedrático Gonzalo Castellón, elogió la figura de Castillo y su profunda influencia en la transformación de la vigencia del Derecho Penal en el país en los años setenta.
“Sistemáticamente fue derribando los prejuicios que adversaban al DERECHO PENAL. Lo hizo mediante una verdadera reforma académica que logró convertir la disciplina en una materia universitaria. La exigencia escolástica aumentó considerablemente, y forzó a muchos docentes a retirarse paulatinamente ante la imposibilidad de rendir a tono con los nuevos lineamientos curriculares. Fueron apareciendo jóvenes imberbes como Henry Issa El Khoury Jacob, Olga Marta Mena, Mario Houed, y otros estudiosos que nos fuimos paulatinamente integrando al cuerpo docente de la Facultad de Derecho, de la única Universidad existente a la sazón”, recordó.
“Hoy ha muerto el Maestro. Lo vimos pocas veces en la Facultad, siempre cumpliendo con su condición de Profesor Emérito, con la que había sido merecidamente distinguido… Su presencia, moral y académica, se mantuvo hasta el final a sabiendas de que su obra había sido sostenible y ubérrima. ADIÓS, FRANCISCO. Todos tus discípulos te recordaremos como el gran transformador y docente que fuiste”, escribió Castellón.