Bukele, no grato. Una visita viciada…

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Edgar Fonseca, editor

La proclamada visita oficial al país del dictadorzuelo salvadoreño promovida desde Zapote se desvanece fantasmagórica.

La anunció con bombos y platillos el presidente cuando viajó, en julio, a San Salvador a legitimar una reelección inconstitucional.

Pero hasta ahí.

No le fijó fecha y quedó en el vacío de los acontecimientos locales y externos.

Quedó en el limbo de cómo “vestir de seda”, cómo maquillar, su inmerecida presencia.

Bukele sabe que no es bienvenido en suelo tico.

No merece ser recibido en ninguna instancia institucional.

Si viene, la alfombra roja que le ponga su anfitrión se recordará como un mero acto de lisonja politiquera entre quienes, como ambos, comparten un menosprecio absoluto por la democracia, por su sistema institucional, por la independencia de poderes, por los debidos contrapesos.

Todo ello lo arrasó el disque gobernante salvadoreño que depende de un perenne estado de excepción, impuesto por el ejército, su sostén.

Un régimen que conculca libertades y derechos humanos fundamentales, en aras de una represiva política de seguridad que tiene convertido a El Salvador en un inmenso campo de concentración, de persecución, de espionaje, de cárcel o exilio.

Y, por lo visto, de galopante corrupción.

Todo ello lo pasa por alto quien, desde San José, le invita y se hace de la vista gorda, le inciensa y le adula.

Bukele es no grato en suelo tico.

Como lo son Ortega y Maduro.

Pero he aquí que, en aras de disfrazar de legitimidad su arribo, altos funcionarios “tantearon” ante la Corte Suprema de Justicia si estarían dispuestos a recibirle.

Craso cinismo.

La respuesta no se hizo esperar.

En el Poder Judicial no hay el menor interés en atender a quien tiene convertido el aparato jurisdiccional en un reducto de títeres.

La Corte de Justicia, la Corte Constitucional, la Fiscalía y el Congreso salvadoreños son remedos de instituciones, sometidos a los designios y a la arbitrariedad del autócrata.

Atenderle con la pleitesía que pretende el presidente sería una profunda bofetada al esfuerzo país por defender y resguardar instituciones esenciales a nuestra vivencia democrática.

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