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A las 7 de la noche del 8 de junio dos eventos compitieron por la atención de los salvadoreños: empezó el partido de fútbol de la selección nacional y la ministra de Economía presentó a la Asamblea Legislativa la ley que convierte el bitcoin en una moneda de curso legal en el país. A las 8:45 de la noche, todavía faltaban minutos para que Walmer Martínez metiera el tercer gol de la victoria 3-0 contra Antigua y Barbuda, pero la Comisión Financiera consideró que ya había discutido lo suficiente una ley que obligará a todos los salvadoreños a aceptar la moneda digital bitcoin como forma de pago de bienes y servicios. El cambio, según la ley aprobada en la madrugada del 9 de junio, operará en principio desde septiembre de 2021.
El Gobierno de Nayib Bukele corrió para tener una ley bitcoin. Pasaron 85 minutos en la comisión que examinó el tema y solo cinco horas entre la presentación pública del proyecto de ley y su aprobación, con 62 de 84 votos, pocos minutos después de la medianoche, el 9 de junio.
La ley obliga a “todo agente económico a aceptar bitcoin como forma de pago”, permite que se paguen los impuestos con bitcoin y establece que todas las obligaciones en dinero expresadas en dólares previas a la emisión de la ley podrán ser pagadas en bitcoin.
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FMI advierte a Bukele sobre significativos riesgos del Bitcoin/ elsalvador.com
Juega a la ruleta rusa, advierten
Hacer de El Salvador el primer país en el mundo en adoptar el bitcoin como moneda de curso legal genera un obvio impacto mediático, pero adolece de una difícil viabilidad. Si bien el presente de las finanzas está ya dominado por el uso del dinero digital, someter el sistema financiero a una apuesta por las criptomonedas representa un salto al vacío que bien pudiera terminar en catástrofe, como ha sido el caso de todas las crisis financieras del pasado, advierte el economista Carlos Acevedo.
Lo que sería más preocupante es si se pretendiera que, por ley, los contratos financieros estuvieran denominados en bitcoins o, más grave aún, que se obligara al Banco Central de Reserva a invertir un porcentaje de las Reserva Internacionales Netas (RIN) en bitcoins, agrega.
El bajo nivel de bancarización del país, la magnitud de su rezago digital, el pobre desarrollo de la cultura financiera de la mayor parte de la población, aunados a las deficiencias propias del bitcoin, no auguran un feliz desenlace para la iniciativa presidencial. ¿Quién le responderá a quienes, arrastrados por el entusiasmo del presidente, pierdan en un criptocoletazo los ahorros de su vida? ¿Quién respondería a los depositantes del sistema financiero si las reservas de liquidez se esfuman al colapsar el valor de las inversiones en bitcoins por un cambio del sentimiento de los mercados? ¿Quién podría explicarle al FMI y la banca multilateral si parte de los préstamos solicitados se perdieran por el dictamen de una rueda de casino? Seguramente no será Jack Mallers, dice Acevedo.
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