Edgar Fonseca, editor/Foto You Tube Casa Presidencial
La súbita pero previsible salida del gabinete de la hasta ahora ministra de Salud, maquillada como “renuncia”, se convierte en uno de los mayores reveses de gestión para el mandatario que la respaldaba contra viento y marea.
Hasta acudió a aquella infame expresión de “sicarios políticos” para defenderla.
Se trata de una derrota política, otra de tantas, aunque no la acepte ni mucho menos la digiera, no solo por ser una figura clave al lado suyo –fue su jefa de campaña y una pieza clave en el arranque de administración–, sino porque, finalmente, evidenció la fuerza del creciente repudio público y político a su permanencia en el cargo, y, por ende, al aval presidencial.
El lastre que conllevaba atarla al cargo se hacía muy pesado.
Un costo en imagen a muy alto precio…
Se le hizo insostenible al gobernante aferrarla a una posición neurálgica en relación con los ciudadanos.
La exministra fue un eslabón esencial para los propósitos inmediatos de gobierno.
Fue la estrella que acompañó al presidente el 8 de mayo cuando este, ante el desconcierto y la preocupación pública, anunció decretos fallidos, que rompían el estricto cerco protector sanitario contra la pandemia covid-19 que tanta devastación causó en el país en los últimos tres años.
La ahora exministra fue, también, protagonista estelar en el anuncio presidencial que impuso el abrupto cierre del Parque Viva, medida arbitraria que se estrelló en la sabia y ponderada interpretación de los magistrados constitucionales.
Los exhibicionismos circenses de ambos se condimentaron de un odioso menosprecio y ataque al ejercicio de la libertad de expresión que quedó al descubierto con las denuncias de periodistas y de medios hostigados y amenazados.
El presidente defendía y avalaba a ultranza las reprochables salidas de su precoz escudera.
La interrumpía en el podio y la reforzaba en su tono intimidatorio.
La hasta ahora exministra parecía inamovible.
Pero, inesperadamente, en el fin de año y, para enfado de las huestes oficialistas, reventó el escándalo de la supuesta red de troles pagada y destinada a abanicar al presidente y su gestión.
La hasta entonces poderosa ficha naufragó, como lo demuestra su atropellada salida.
Llegó a la comparecencia legislativa armada de silencio pero su sinceridad la enredó en sus mecates.
Con ello y el repudio que acumulaba a lo largo de su gestión, al mandatario no le quedaban muchas opciones.
Una derrota política maquillada de renuncia.
Un triunfo simbólico de la presión pública y política.
PD– Si la mueven a la Asamblea Legislativa, el cacareado reclamo de las “puertas giratorias” sería otro bumerán para el presidente.