PuroPeriodismo, Especial 14ymedio, La Habana

Xavier Carbonell, Salamanca-La extraordinaria y eficaz Máquina de fabricar calumnias no es un solo artefacto, sino un complejo sistema para organizar chivatos, informantes, policías, archivos, vecinos comprometidos y agentes improvisados. Hay un manual de instrucciones para comprender la Máquina, pero nunca pude dar con él en Cuba —cuando más falta me hacía—: es el Mapa dibujado por un espía, de Guillermo Cabrera Infante.

Cuando Guillermo murió, la viuda registró su biblioteca en busca de manuscritos perdidos. Ocultas en un sobre que el cubano había sellado y olvidado estaban las 314 páginas mecanografiadas del Mapa. Desde su exilio en Londres —capital de otra isla— Cabrera Infante relataba su último viaje a La Habana, en 1965, y ajustaba cuentas con vivos y muertos.

Ese año —la historia se ha narrado tantas veces que ya no sé distinguir la ficción de la realidad, el documento del chisme— Cabrera Infante era agregado cultural en Bélgica. Había problemas en la embajada y el Gobierno envió un mediador. El primer trabajo de cualquier mediador es abrir los oídos y convertir los cuentos y “bolas” en bien redactados informes. En la embajada vivía una especie de policía de seguridad que se llamaba Aldama, y fue él quien echó a andar la extraordinaria y eficaz Máquina.

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